«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

A mitad de camino

8 de octubre de 2013

Aunque se defina tópicamente a los gallegos diciendo que si están en una escalera nunca se sabe si suben o bajan, ese no es, ciertamente el caso de Rajoy quien, a mitad de legislatura afirma con entera convicción estar saliendo de un recesión y a punto de poner fin a la crisis. Le avalan algunos datos, otros no tanto, pero hay varias realidades muy rotundas que le desmienten el deseable buen fin de su empresa. Al margen de los números, que siempre dejan un margen a la libertad de interpretación, la verdad más sospechosa es que hemos aumentado la deuda pública de manera alarmante, tenemos más parados que hace dos años y, en lugar de la prometida bajada de impuestos, Montoro el ministro más creativo del gabinete no ha cesado de encontrar nuevos hechos impositivos y de subir los tipos, eso sí, por nuestro bien. Es verdad que, a cambio, han bajado un poco el déficit, pero eso es como presumir que ya no tenemos 40 de fiebre sino sólo 39,5, y seguimos tiritando hacia la cumbre una deuda pública muy por encima de cualquier estimación razonable. ¿Qué va a hacer ahora el PP cuando entre en la carrera electoral, con las europeas en mayo, las municipales y autonómicas en pocos meses, y las elecciones generales al fondo? ¿Resucitará el programa incumplido del PP? Puede ser muy doloroso hacerlo. ¿Hará un programa político que consista en las loas de lo que ha hecho su Gobierno? Si se mira a la curva descendente de la intención de voto no parece un gran consejo.

 

Rajoy está obligado a sacar de su chistera un conejo blanco y muy suave, un animalito adorable, pero cabe temer que no tenga la magia suficiente para salir airoso de semejante espectáculo. Se trata de un problema difícil, por muchos Marhuendas y Arriolas que se le eche al asunto. Lo que mucha gente dice es que Rajoy espera un milagro, el mismo milagro que ninguno de nosotros desecharía: que llegue, de nuevo, un cierto nivel de euforia económica, que baje el paro, que suba el consumo interno, que deje de tener que marcharse gente a fregar platos en otra parte, aunque sea con un título de ingeniero bajo el brazo. Es verdad que Rajoy ha de confiar en sucesos casi sobrenaturales de ese tipo, pero me malicio que su confianza secreta está en otra parte y que por eso tratará con guantes de seda a quien puede salvarle, aunque sea muy a su pesar. No le falta rá ayuda por ese lado, pero puede no bastar. Lo que Rajoy quiere es que el votante diga ¿de quién me fío más, del presidente del Gobierno actual o del anterior vicepresidente? Y es claro que ante una pregunta así muchos se sentirán dispensados de la necesidad de cualquier milagro. Tener en el mismo partido, y mandando, a quien acusa a Rajoy de haber irritado a los catalanes, cuando el pobre no dice ni “mú”, y a quien proclama que Zapatero ha sido el causante del secesionsimo no es pequeño prodigio, ¡vive Dios! 

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