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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

A mitad de camino

21 de noviembre de 2013

Se cumplió ayer el segundo aniversario de la victoria electoral del PP de Rajoy. Siendo rigurosos sería más preciso hablar de la derrota electoral del PSOE de Zapatero. Además del pánico de la sociedad española a más años de socialismo zapateril había la esperanza de que Rajoy sería el mal menor. Muchos votantes añoraban de hecho las soluciones económicas del partido de Aznar a pesar de que ello pudiera conllevar alguna aznarada. El hecho de que el puesto de Aznar ahora lo ocupara el tranquilo Rajoy daba menos esperanza pero al tiempo mucha menos grima. Si bien la gran preocupación de la sociedad española era sin duda la crisis económica y, cómo no, el drama del paro, los militantes del PP no olvidaban cuestiones como el aborto, el matrimonio homosexual, la política frente al terrorismo, la ley antitabaco y el mal funcionamiento de la justicia, que habían hecho del mandato de Zapatero un desaguisado global que urgentemente el PP se había comprometido a corregir.

Hoy, pasado el cumpleaños de la victoria y a punto de llegar al ecuador de la legislatura, pocos dudan de que el “hombre previsible”, tal y como se ha hartado de definirse el mismo Rajoy, ha resultado totalmente previsible para los analistas de la política pragmática desideologizada del que huye de las algarabías y absolutamente imprevisible para el que, inocente de él, se creyera algo del programa del PP.

Estamos a mitad del camino si bien no tengo nada claro el camino en el que estamos. Mi esperanza es pensar que nuestro actual Gobierno ha dividido la legislatura en dos grandes etapas. La primera, la del pragmatismo de alimentarnos con suero, y la segunda, no sé si llegará aunque es lo que más deseo, la de engordarnos con aquellos nutrientes que sí son propios de la dieta PP. En la primera etapa ha primado la doctrina del viejo profesor socialista Tierno Galván, autor de la nefasta sentencia de que los programas electorales están para no cumplirse, que el PP de Rajoy se ha tomado como máxima de su Gobierno. Con honrosas excepciones, la Lomce si al final acaba aprobándose será una de ellas, el actual Ejecutivo ha seguido el modelo socialista cuyo paradigma fue Alfonso Guerra y su “Montesquieu ha muerto”. Gallardón, sin duda, acaba de descerrajarle el tiro de gracia.

Nos queda la esperanza de que, una vez que las políticas económicas han dado parte del resultado esperado –hemos salido de la recesión– gracias a que el ciudadano ha asumido recorte tras recorte y a un más que discreto lifting a la estructura administrativa de nuestro elefantiásico Estado, Europa no se conforme con maquillajes y nos obligue a seguir con las reformas en serio para que, con el programa del PP de bajar impuestos y reducir la Administración, empiece sin más tardar la segunda etapa.

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