Sábado por la mañana en Madrid. Cielo encapotado que poco a poco se va despejando. Sueño. Frente al teatro Goya se agolpan alrededor de dos mil personas, llegadas desde todos los rincones de la piel de toro. La ilusión dibujada en sus rostros, jóvenes y menos jóvenes acuden para enterarse qué es eso del Movimiento Ciudadano que patrocinan los del joven líder, cada día más líder, Albert Rivera. Lleno absoluto que deja fuera de la sala en donde se celebra el acto a cientos de personas, a quienes el presidente de Ciutadans quiso salir a saludar al terminar el evento. Caras conocidas por doquier. Mucha prensa. Algo que hace cinco años, cuando los de Rosa Díez parecían ser la única alternativa por la izquierda al sistema y los agoreros pronosticaban la desaparición de la joven formación que acababa de lograr tres escaños al Parlamento catalán, era impensable. Los daban por muertos. Pero en política ya se sabe que nada hay cierto y que a veces los muertos están muy vivos.
Juan Carlos Girauta, Carolina Punset y el ex ministro socialista Antoni Asunción, raro espécimen por socialista honesto, calentaban el ambiente. Discursos de corte socialdemócrata, incluso reivindicación de la Ersatzreligion ecológica. Jordi Cañas envía un mensaje de Twitter desde fuera, donde ha decidido quedarse junto a aquellos que no han logrado entrar. En las primeras filas, ya les digo, muchas caras conocidas. También políticos de otras formaciones, cuales son los casos de Santiago Abascal o Luis Salvador. El discurso de corte más liberal corre a cargo del propio Rivera, quien reivindica la división de poderes, la representación; la libertad política en definitiva. Es él quien arranca aplausos del respetable en varias ocasiones. Defiende con convencimiento la regeneración democrática del sistema. “Es imposible seguir en este sistema de partidos. El cambio va a llegar. Con más o menos resistencia, pero va a llegar”. El auditorio se viene abajo. “No hay que temer a la meritocracia”, critica en alusión a la mediocridad que nos rodea. Por poner un pero, que para eso estamos, no me convence nada su discurso en materia de educación. La escuela comprensiva es el cáncer. La libertad de elección de los padres, incluso para que sus hijos estudien doctrinas que no nos gustan, la única clave.
“Vamos a cambiar las cosas, por las buenas o por las urnas”, anuncia el barcelonés. Es lo que esperaba oír la mayoría, que ve en este nuevo movimiento cívico transversal y regenerador un partido político.
Cuidado, porque lo que se ha anunciado no es acudir a los comicios. Podrían venir las decepciones por parte de los del whisful thinking. Hay que esperar porque nada hay decidido.