«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.
Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.

Mujeres eternas

5 de junio de 2025

España son esas mujeres que se sientan en el portal de su casa buscando una sombra para charlar o quedarse en silencio mientras transcurre la tarde. España son también esos niños que bajan a la calle del pueblo a vender pulseritas y cachivaches que encuentran en casa para comprarse después unas chuches.

Pero por lo que parece, el objetivo de la policía en estos momentos es despojarse de todo respeto y autoridad —una vez más— y amenazar a esas peligrosas ancianas que han parido a media nación, diciéndoles que ojito con bajar a la calle con su silla, que mejor harían quedándose solas en casa junto al ventilador y frente a la tele. 

Esas mujeres pueden molestar todo lo que les dé la gana. Ellas estaban mucho antes de que yo pisara la calle para ir al trabajo, mucho antes de que Perico cogiera el coche para ir al centro comercial y mucho antes de que alguien redactara una ley absurda. 

Esas mujeres son dueñas de la calle, pueden hacer lo que quieran en el portal de su casa: sentarse a hacer ganchillo, hablar de sus nietos, comentar anécdotas del pasado… y cuanto se les antoje. Incluso pueden sentarse exclusivamente para molestar a quienes pretenden prohibírselo. 

Da igual lo que ponga un papelucho, llámese normativa urbana, Código Penal o Constitución Española, ellas tienen derecho desde el inicio de los tiempos a estar junto al portal de su casa para hablar, descansar y, si quieren, bailar. Fue Dios quien les puso en el corazón el deseo de hablar y compartir con sus semejantes, algo por otro lado tan civilizatorio. Lo único que pueden hacer esos papeluchos es reconocer y proteger su derecho, nunca concedérselo como si esa fuera su potestad y mucho menos limitárselo. 

Si es preciso se hace un alzamiento, se cambia —o se quema— el papelucho en cuestión, se toman rehenes, o se organizan batallones de defensa, pero lo que hay que evitar a toda costa es que algún iluminado toque a una de esas mujeres que se sientan al fresco a vivir y a mantener viva nuestra patria. 

Esas mujeres eternas, capaces de estar sentadas en la calle, sin móvil toda la tarde, son quizá el único referente válido para los jóvenes que transitan ensimismados por la acera. Lo que debería hacer la policía al pasar delante de uno de esos corrillos es una reverencia, porque si hubiera más como ellas, sacarían mucho menos la porra a pasear y el mundo sería un lugar más habitable. 

¡Qué típico del legislador moderno fingir que nos concede derechos cuando la única potestad que le ha sido dada es reconocerlos! En cada una de esas sillas, en cada una de esas ancianas, está el futuro del mundo, y espero que los jóvenes, con más fuerza y vigor que ellas, sepan defenderlas como se merecen, prendiendo fuego al mundo, si preciso fuere.

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