En Alemania, están disparados, quizá, para vengarse de los ominosos tiempos pretéritos de efervescencia racista. En alemán, se dice “viajar en negro” para los que suben a un transporte público sin billete. Pues bien, a partir de ahora, oficialmente, queda desterrada la expresión. Hay que decir “viajar sin billete” o algo parecido. Como puede verse, el viejo totalitarismo pervive con otras formas.
Se me ocurre que los españoles podríamos tomar buena nota de los excesos racistas y de otras formas de prejuicio en nuestro idioma común. Por ejemplo, tradicionalmente, se ha dicho que “estorbar lo negro” equivale a la escasa afición a la lectura. Pues nada, puestos a desterrar la xenofobia latente, digamos, llanamente, que a algunos les “estorba la letra impresa”. El cine antiguo, en blanco y negro, pasará a ser “cine sin color”. Cuando haya que poner algo por escrito, no digamos, nunca, “poner negro sobre blanco”, sino, sencillamente, “escribir”. Ojo con la expresión “pasarlas negras”, que es tanto como aludir a grandes dificultades. Esconde una vituperable ideología racista. En su lugar, lo correcto sería decir “pasarlas oscuras”. Lo más lamentable es decir que uno “tiene la negra”, como equivalente a mala suerte. Pues nada, prescindamos de la fatídica metáfora, que puede ser ofensiva para una gran parte del género humano. Por las mismas razones, hay que abolir la calificación de “dinero negro” para el que escapa al control del Fisco. Dígase “dinero opaco” o “invisible”. Hay que proscribir la alusión a la “magia negra” para la que tiene que ver con el demonio. Dígase “magia demoníaca”. Desde luego, la “leyenda negra” contra la España imperial, tendrá que trocarse en “leyenda protestante” o algo por el estilo. Todo sea por el esfuerzo global para desterrar la xenofobia y el racismo. Claro está, los cambios para eliminar ciertas expresiones del idioma serán vistos como una tendencia totalitaria. Nada, nada, todo sea por la eliminación de los prejuicios en nuestras conversaciones cotidianas. Las autoridades alemanas nos han dado ejemplo con lo de “viajar en negro”.
Para que se vea que no hay resentimiento contra el espectro de colores, nótese el aprecio que, ahorita, todos sentimos por lo “verde”. No es, solo, una moda ecologista. En el castellano clásico, fue un color muy valorado; se asociaba a las prendas de ropa que utilizaba la nobleza. Recuérdese el lance del “Caballero del Verde Gabán” en el Quijote. La razón de la preminencia de ese color estaba en que los tintes verdes, derivados del cobre, eran muy caros. Hoy, la asociación es otra. Lo verde es la esperanza en un mañana sin contaminación, el triunfo de la naturaleza sin ruidos ni humos.
Aquí, también, conviene desplegar algunas recomendaciones léxicas, que las vigilará la Policía del Idioma Correcto. Por ejemplo, nada de identificar lo verde con lo indecente, pícaro u obsceno. Sobre todo, lo de “viejo verde” representa un atentado contra la edad. Se destierra el uso de “poner verde” a una persona como equivalente de criticarla, duramente. La expresión “verde y con asas”, para indicar que algo es inequívoco, deberá eliminarse. Hay que dejar lo “verde” para exaltar la producción de energía limpia (la que no contamina), aunque resulte más cara.
Tanto en lo del negro como en lo del verde, lo fundamental es eliminar los restos de un pasado ideológico, lleno de prejuicios. Los lectores inteligentes habrán comprendido que casi todo lo anterior está dicho como un sarcasmo. Lo digo para evitar la eventual represión de la Policía del Idioma Correcto, la temible PIC.