«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Itxu Díaz (La Coruña, 1981) es periodista y escritor. En España ha trabajado en prensa, radio y televisión. Inició su andadura periodística fundando la revista Popes80 y la agencia de noticias Dicax Press. Más tarde fue director adjunto de La Gaceta y director de The Objective y Neupic. En Estados Unidos es autor en la legendaria revista conservadora National Review, firma semalmente una columna satírica en The American Spectator, The Western Journal y en Diario Las Américas, y es colaborador habitual de The Daily Beast, The Washington Times, The Federalist, The Daily Caller, o The American Conservative. Licenciado en Sociología, ha sido también asesor del Ministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, y ha publicado anteriormente nueve libros: desde obras de humor como Yo maté a un gurú de Internet o Aprende a cocinar lo suficientemente mal como para que otro lo haga por ti, hasta antologías de columnas como El siglo no ha empezado aún, la crónica de almas Dios siempre llama mil veces, o la historia sentimental del pop español Nos vimos en los bares. Todo iba bien, un ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, es su nuevo libro.
Itxu Díaz (La Coruña, 1981) es periodista y escritor. En España ha trabajado en prensa, radio y televisión. Inició su andadura periodística fundando la revista Popes80 y la agencia de noticias Dicax Press. Más tarde fue director adjunto de La Gaceta y director de The Objective y Neupic. En Estados Unidos es autor en la legendaria revista conservadora National Review, firma semalmente una columna satírica en The American Spectator, The Western Journal y en Diario Las Américas, y es colaborador habitual de The Daily Beast, The Washington Times, The Federalist, The Daily Caller, o The American Conservative. Licenciado en Sociología, ha sido también asesor del Ministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, y ha publicado anteriormente nueve libros: desde obras de humor como Yo maté a un gurú de Internet o Aprende a cocinar lo suficientemente mal como para que otro lo haga por ti, hasta antologías de columnas como El siglo no ha empezado aún, la crónica de almas Dios siempre llama mil veces, o la historia sentimental del pop español Nos vimos en los bares. Todo iba bien, un ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, es su nuevo libro.

No reconocer al diablo

29 de agosto de 2024

En Los Silenos de Grabbe, el diablo se muda un tiempo a la tierra mientras están de limpieza en el infierno. Acostumbrado a las temperaturas del averno, se congela nada más llegar. Un naturalista encuentra el cuerpo congelado del diablo y lo traslada a un castillo para examinarlo junto con otros tres colegas. Apostados en torno al demonio, los tres veteranos y sesudos especialistas escudriñan lentamente cada parte de su extraña anatomía, debatiendo con afectada erudición las más disparatadas hipótesis sin ser capaces de reconocerlo.

Mientras uno observa que tiene «cinco dedos», otro matiza que «sus ropas de pieles están anudadas tan laberínticamente, que ni el mismo Cook, que dio la vuelta al mundo, podría desanudarlas», y otro concluye que, por «ese inimitable rasgo de grosería divina», debe tratarse de un crítico literario. Tras la discusión, otro de los científicos intenta demostrar que tiene rasgos de mujer, en concreto, de «hija de un pastor». Y al fin otro más de sus colegas niega que sea una figura femenina, y sugiere tímidamente que podría tratarse del diablo. Los demás naturalistas niegan con soberbio desprecio la tesis: «Es ab initio imposible».

En esta inteligente sátira concebida para ajustar cuentas con críticos literarios y autores, los naturalistas prosiguen su debate, cada vez más despistados respecto a la naturaleza de lo que tienen delante, hasta que el mismo diablo se incorpora en la mesa y comienza a dar pistas sobre su identidad, incluyendo la confesión de que vive sobre un brasero, mientras los científicos miran admirados y toman notas. Pero ni siquiera así descubren que están ante el demonio.

«¿No es cierto, señora, que usted es una literata?», pregunta uno de ellos. El diablo llega a desvelar casi por accidente su nombre, pero al instante comprende que está rodeado de imbéciles, y se dice a sí mismo: «¡Por una vez puedo mentir a mis anchas» y rectifica: «No huyan por una broma que he hecho con mi nombre. Me llamo Diablo, pero verdaderamente no lo soy», y asegura que en realidad es «Teófilo Cristián Diablo», canónigo menor de servicio ducal, confidencia que los naturalistas, que habían huido de miedo al verse frente al demonio, aceptan con gran alivio, regresando a la amistosa conversación con su recién descongelado amigo, que en breve comenzará sembrar el mal a su alrededor.

Al escuchar las declaraciones de Sémper, me ha venido a la cabeza esta sátira de Grabbe, porque hay algo que me asombra del PP: la cantidad de veces que están delante del mismo diablo y no lo reconocen. Y, en vez de huir, terminan compadreando con él, y tomando admiradas notas de sus costumbres y opiniones. Si alguien osa sacarles del error, como el naturalista más audaz de Grabbe, se mofan de él.

En los últimos días hemos sido testigos de dos desconcertantes actuaciones dentro del partido. Por un lado, la indignada afectación de Sémper, casi rasgándose las vestiduras, descartando que vayan a pedirle cuentas a la mujer del presidente, señora bajo investigación como epicentro de un montón de actividades, digamos, sospechosas. Proponen, en fin, investigar a Begoña sin contar con Begoña. Entretanto, en Ferraz, el diablo se frota las manos una vez más.

Y, por otro lado, la esquizofrenia sobre la invasión de menas. A comienzos del verano, acordaron endurecer su postura —como dicen ellos— y exigir a Sánchez que cese la avalancha de ilegales. Pero como no se ven cómodos cuando les acusan de acercarse a las ideas de Vox, no sé si les atenaza el miedo o la inconsciencia, vuelven una y otra vez a contradecir ese cambio de política, y lanzan al Gobierno la frase más perniciosa del verano: «La solidaridad de las comunidades del PP está garantizada». De modo que, queriendo solidarizarse con indefensos menores no acompañados, terminan solidarizándose con las mafias de inmigración ilegal, con menores que no son menores y están demasiado acompañados, con el Gobierno de Sánchez, y con su enloquecida política de «efecto llamada». Pero, ¿es posible garantizar al Gobierno que el PP será solidario con los planes de Sánchez para realojar ilegales y a la vez acusarlo de alentar un efecto llamada? Sí, sí, es posible, en Los Silenos de Grabbe.

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