Cuando no quiero escribir de política, lo normal es que ya tenga algo rondando en la cabeza y aprovecho para desanchizarme el cerebro un poco. Pero si no tengo tema y lo busco, sólo me viene a la cabeza la canción de Siniestro Total que dice:
¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?
¿A dónde vamos?
¿Estamos solos en la galaxia
o acompañados?
Y claro, comprenderán que no me sirve para nada. Pero esta semana sí me he acordado de Siniestro, ese grupo que hoy sería requetecancelado, por su disco «Ante todo: mucha calma», y tengo la sensación de que es el espíritu, el estado de ánimo que nos están intentando inocular para el 2025. Una especie de relájese y disfrute que no le va a pasar nada. Y se me ponen los pelos de punta.
La experiencia me dice que cuando alguien te llama a la tranquilidad es hora de ponerse en prevengan. Les cuento que la primera vez en mi vida que sufrí de vértigos espantosos de casi perder el oremus fue hace unos 27 años. Eran las cinco de la mañana y yo dormía cuando me desperté de pronto y vi cómo las cuatro esquinas del techo de la habitación daban vueltas a toda velocidad. Avisé a mi marido en voz bajita para no despertar a mi hija —porque madre no hay más que una— de que probablemente me estaba muriendo y me dijo: «No te pongas nerviosa, bonita». A partir de ahí todo empeoró. Pongamos que desconozco la razón. Gracias a Dios, llegó un humano con bata blanca e inyección milagrosa que palió temporalmente ese caos en el que se había convertido mi existencia en el espacio de unos segundos. Para no dejarles con la duda, que sé que estarán todos ahora pensando en vértigo meniere, las cervicales… les cuento que, después de hacerme todo tipo de pruebas, descubrimos al cabo del tiempo que cada vez que supero un límite de estrés determinado, mi cuerpo se molesta y tengo vértigos. Como tengo medicación para esto y ya llevamos tantos años juntos, ustedes y yo, no me importa decirles que hoy escribo mi columnita con una especie de colocón muy soportable —para mí, y espero que para ustedes también—.
Creo que estamos en condiciones de llamar al 2025 el año del “no te pongas nerviosa, bonita».
-«Es que creo que me estoy muriendo».
-«Bueno, pues dialoguemos desde la serenidad».
Esto último lo ha dicho Huanma, que es uno de mis políticos absurdos preferidos, respecto a Yunts. No Junts. Yunts. Porque desde su habla andaluza es muy respetuoso con todas las lenguas del Estado (español). Observémosle con atención este año porque progresa adecuada y rápidamente en su estupidez. Junts, ese partido democrático, según el presidente andaluz, aunque un pelín sedicioso diría yo que soy muy tiquismiquis. Me parece muy bien, pero que muy bien, que aclare en este caso lo del diálogo sereno con Puigdemont. Yo lo haría, porque en 2017 yo serenidad no vi y actitud democrática tampoco. Pero ya ha dicho Sánchez que no podemos estar reviviendo toda la vida lo que pasó en 2017, ¡por favor, pasemos página! -junto con lo de ETA que algunos rencorosos tienden a recordar por alguna misteriosa razón lo que pasó antes de ayer-. Y Huanma, que es tan fan del PSOE, que se le pone esa sonrisota tonta cuando ve a Pedro y lo aprende todo como las mascotas, pues se pone manos a la obra. Saca el cuaderno de notas, chupa la punta del boli y anota: olvidamos lo malo que es el de los mejillones con mantequilla, dedicamos el año a sacudir a Franco y siempre con Blas Infante a mano, padre de la patria andaluza que nadie sabe en realidad quién fue y podemos adornarlo como nos dé la real gana.
Este es un ejemplo de llamada a la calma: diálogo sereno. Que le tiran el Estado de Derecho abajo, que le trocean la nación, que asaltan las instituciones que quedan o se las terminan de repartir, llénese la bañera, échele sales, póngase unas velitas, un poquito de música, una copa de vino, un moño casual que le quede bien como en las pelis y relájese. No me pierda los nervios, que al final el cuerpo lo acusa y acaba con vértigos como yo. Y ya sabe, ante todo, mucha calma.
No descarto que en poco tiempo veamos patrullando por las calles a la Policía de la Serenidad buscando nerviosos para recluirlos en los centros adecuados. Ándese con cuidado y pierdan los papeles en la más estricta intimidad.
Querido lector, muchísimas gracias por haberme tenido paciencia durante este año, le deseo lo mejor para el año que entra. Si esto fuera otro tipo de periódico acompañaríamos el ejemplar de un juego de sartenes y una caja de lexatines, pero nosotros les mandamos amor, fuerza y resistencia. Que Dios nos acompañe durante 2025 como lo ha hecho hasta ahora.