«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Yo o el caos…

10 de noviembre de 2014

Esta parece ser la estrategia del gobierno de cara a las próximas elecciones. Se trata de anular económica y físicamente, detrayendo de la visión pública, básicamente de la clase media,  programas alternativos que podrían desviar el voto en una dirección renovadora y a la vez conservadora. Esto se consigue  utilizando todo el peso del estado en los medios de comunicación, que en España es desorbitado, ya que todo el sistema se basa en concesiones y créditos. Se trata de anular electoralmente a aquellos partidos o agrupaciones que son más afines a la ideología  de base de los votantes de su propio partido.

Simultáneamente dar protagonismo a partidos o grupos radicales, casi “frikis”, que llevan en su actitud y programas, propuestas utópicas e irrealizables, para escandalizar a ese votante aterrorizado que teme por un asalto a su propiedad y a sus ahorros. Se trata de anular mediáticamente a los afines y fomentar a los extremistas con soluciones mesiánicas. Esta táctica maquiavélica se ha empleado en el pasado en varias ocasiones y con resultados en ocasiones catastróficos para la estabilidad y la libertad de Europa.

Lo que realmente debería encolerizar a la ciudadanía es la hipocresía de una clase política que se resiste a confesar la verdad. Una verdad que por otra parte se remonta muchos años atrás y en la que la propia sociedad española es igualmente culpable. Cuando se decidió optar por un sistema de partidos, la pregunta de cómo se iban a financiar sus estructuras quedó colgando en el aire sin una definición precisa. En un país de tendencias burocráticas como el nuestro todo organismo público tiende a la hipertrofia  y como a todos aquellos que dedicaban su tiempo a esta función de partido había que pagarles un sueldo, resulta que hubo por un lado que inventarse puestos semioficiales en la administración del estado, fenómeno que se multiplicó por la proliferación de las autonomías, (hinchando la administración con superfluos funcionarios fuera de carrera) y a la vez utilizar los permisos y licencias así como las concesiones y  recalificaciones como medio de financiarse a base de “donaciones” o crudas comisiones. Esto genera obviamente una puerta abierta a la corrupción, primero para financiar las actividades del partido y a continuación dentro de esa estructura aparecen lógicamente los que a título individual se han aprovechado para enriquecerse con ese flujo de fondos. Es lo que se llamaba en otros tiempos “la sisa”.  Resultado un gasto público a todos los niveles, local, nacional e internacional,  desproporcionado y una corrupción generalizada. La ciudadanía no puede soportar más las exacciones, impuestos y trampas que restan su capacidad de inversión y consumo, no basta dar créditos hay que reducir gastos drásticamente. No seamos hipócritas queriendo cubrir las vergüenzas del sistema, el propio sistema es la ocasión de pecado, que se decía antiguamente, los políticos si fueran sinceros deberían confesar sus responsabilidades unos y sus culpas otros, y aquellos que se han lucrado cumplir las penas correspondientes y rápido. ¿Podemos permitirnos este sistema de partidos o hay que reducir el aparato? Porque mientras subsista hay que darle de comer, lo llevamos viendo desde el principio ¿es que nos hemos olvidado de la corrupción rampante de la última etapa de Felipe González:   Boletín Oficial del Estado, Cruz Roja, Banco de España, Filesa, Time export…? La solución no está en que salga un “ángel exterminador”, pues ese acabaría con todo lo conseguido por España desde los años 50. ¿Estamos locos? ¿Nos hemos vuelto irracionales? Este gobierno y la oposición socialista son responsables del futuro de España, deberían pensar más en eso que en ganar unas elecciones a base de argucias aprovechando las debilidades del ser humano: sus temores o ilusiones, su ira y sus resentimientos.

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