3 de agosto de 2013. Calor infernal en la griega Calcídica, en la Macedonia central. Esa noche, hacia las 22 horas, la embajada española informa a la policía griega que una mujer española ha sido agredida en la calle por su marido, Kitsos Filippos, diputado y concejal en Suiza, y el padre de éste, delante de los horrorizados ojos de la hija de ambos, Olympia, 3 años de edad. Era la enésima agresión que sufría Désirée. Ese día, harta ya de tanto sufrir, decide pedir ayuda a las autoridades, quienes las envían a ella y a la pequeña al día siguiente en bañador en avión a España, en donde reside su familia. En España ella interpone denuncia por violencia de género, resultado él imputado por tal delito y concediendo el juez a la madre la guarda y custodia de la menor, con un régimen de visitas para el padre, quien también tendrá que contribuir a sus sostén con una pensión alimenticia. Ni una sola vez se dignó en visitar a su hija. Ni, qué decir tiene, efectuó desembolso pecuniario alguno. Tampoco a establecer contacto telefónico o por Skype con ella, pese a los correos electrónicos remitidos por la madre instándole a no romper todo contacto con la niña.
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Pero él, posiblemente sabedor de la influencia que puede tener en su país de residencia dada su posición política, interpone denuncia en Suiza alegando que ella se había poco menos que fugado después de pasar dos idílicos días en compañía de Olympia en un hotel griego. Que tanto los informes policiales como la embajada española puedan desmentir su historia, no le preocupa. Así, solicita a las autoridades helvéticas la custodia exclusiva sobre su hija. Sin derecho de visitas para la madre. En 24 horas y sin dar audiencia a la madre, quien no se entera del procedimiento porque nadie se lo notifica, le es concedida su petición. La decisión judicial es escandalosa: “el hecho que el padre haya admitido espontáneamente la agresión demuestra que no tiene nada que ocultar, tanto más cuando ha admitido igualmente otro episodio anterior”, sostienen en el auto. En relación a las agresiones, según consta en un informe psicopedagógico realizado a la menor, quien sufre ataques de ansiedad ante la idea de tener que irse de España y dejar a “Fede”, la nueva pareja de su madre a quien ella llama papá, la Justicia suiza estima, además, que “dicha violencia está justificada, porque el agresor estaba preso de una gran emoción”. Por tanto, bastaría con reconocer que se es un maltratador para que la agresiones dejen de ser tenidas en cuenta en sede judicial. Cuantas más agresiones se reconozcan, mejor. Escalofriante. Conseguida la resolución, invocar el Convenio de la Haya sobre secuestro parental resulta sencillo. Es la burocracia. La misma que no protege a las víctimas, pero ampara a los delincuentes.
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Ahora, la Audiencia Provincial de Madrid ha resuelto que Olympia tiene que ser entregada a su padre, aún a sabiendas de que la madre no volverá a verla. Aún a sabiendas de que él es un maltratador. Como si quien pega palizas a su pareja pudiera ser buen progenitor.
En Linares, donde viven, Desirée, Fede y Olympia, el bebé Mario es aún demasiado pequeño para enterarse del drama que acecha a su hermana, no se duerme. Se resiste. Con el apoyo de amigos, vecinos y familiares. Porque, entérate Filippos, #Olympiasequeda.