Ontanilla es un estilo de vida, un modo de hacer las cosas en vías de desaparición, una vocación, una misión, un lugar, por desgracia, exótico.
Es difícil salir de Ontanilla peor que al entrar uno siempre sale mejor. Algo más pobre pero con más esperanza.
A Ontanilla no se va queriendo tener el control de la situación, que es como solemos ir por la vida. Allí tienes que dejarte sorprender. Hacerte pequeño al cruzar la puerta y dejar que las cosas ocurran.
Ontanilla son muy poquitos metros cuadrados habitados por Elena y María, sus guardianas, las encargadas de proteger y compartir el tesoro que se esconde en ese olvidado rinconcito de Aravaca.
Ontanilla es David luchando contra Goliat. Ontanilla es una pequeña librería de barrio, aunque universal, que pelea duro contra Amazon. Y donde sus alma mater leen todo lo que entra por su puerta antes de ponerlo a la venta, especialmente si es para los más pequeños de la casa.
No hay dinero en el mundo que pueda pagar semejante especialización, amor a la literatura y dedicación al cliente. En Ontanilla no venden libros, venden una manera de ver y entender la vida. Y lo siguen haciendo aunque podrían haberse jubilado ya, aunque vecinos de toda la vida no conozcan ese rincón o, peor todavía, lo traicionen con Goliat.
Ontanilla es un templo al Bien, a la Belleza y a la Verdad, un lugar donde reina el buen gusto. Una librería que el mundo necesita pero no se merece.
