El político, el financiero, el empresario el padre familia, en general, todo individuo tiene que efectuar un análisis inteligente de la realidad y no dejarse convencer por mantras preñados de frivolidad.
Se vislumbran, como vengo reconociendo, ciertos síntomas de mejoría en el deteriorado, casi demolido clima económico nacional, de los que el más significativo —aunque no el único— es el comportamiento del sector exterior. Pero la prudencia reclama no caer en un triunfalismo excesivo y proclamar a los cinco o seis vientos que España ya va a volver a asombrar al mundo en breve. Esas frases pronunciadas por políticos me causan algo muy parecido al pánico. Recordar aquellas palabras del expresidente Zapatero aventurando que pronto superaríamos a Italia, a Francia y casi hasta a los EEUU, no es algo que me agrade.
Pero ocurre que cuando clamas por prudencia algunos te acusan de pesimismo recalcitrante y te vienen con las monsergas de consumo fácil consistentes en “tenemos que transmitir ilusión, espíritu combativo, deseo de lucha, optimismo recalcitrante”. Vamos a tratar de poner las cosas un poco en su sitio. Conozco pocos comportamientos capaces de causar un daño tan profundo como el optimismo irresponsable. Ser optimista no consiste en caer en la irresponsabilidad de predicar que aquello que no me gusta que suceda no va a ocurrir. Porque guste o no las cosas son como son y tienen su tendencia propia. No es ser empresario optimista el que, por ejemplo, negó que las velas serían sustituidas por las bombillas como medio de iluminación o las diligencias por los vehículos de transporte. Fue optimista el que vislumbró el cambio, se anticipó, puso esfuerzo, ilusión y trabajo y ganó la guerra al cambio inevitable.
El político, el financiero, el empresario el padre familia, en general, todo individuo tiene que efectuar un análisis inteligente de la realidad y no dejarse convencer por mantras preñados de frivolidad. Insisto en que las cosas tienen su propia dinámica y en la vida como en la naturaleza existe lo inevitable, por mucho que nos irrite. Ser optimista es creer que las cosas se pueden cambiar, se va a conseguir cambiarlas a base de tesón, esfuerzo, voluntad e ilusión. Pero ser irresponsable consiste en pelear y consumir recursos ante lo inevitable Claro que alguien me dirá: ¿como identificar lo inevitable de lo mejorable? Pues con dos atributos: experiencia e inteligencia. Identificado lo posible, lo realizable, el esfuerzo y la ilusión definen al optimismo razonable. Esas frases de pídanos lo imposible porque lo posible lo hacen otros, y cosas parecidas están bien para ciertos menesteres, pero construir la vida sobre ellas es peligroso, cuando no irresponsable. Por ello seamos optimistas. Es posible cambiar muchas cosas. Podemos conseguirlo. Pongamos el esfuerzo, pero no pidamos asombrar al mundo mañana por la tarde porque eso no es ser optimista sino irresponsable.