«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.
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Otras políticas

12 de noviembre de 2022

Podemos nació oficialmente el 17 de enero de 2014. A Yolanda Díaz solo he costado ocho años, casi nueve, darse cuenta de que Pablo Iglesias es de lo más machista que hay. Tampoco se atreve a decirlo así, sino que insinúa cuando él la llama estúpida que «no hay nada más machista» que estar súper seguro de todo lo que se hace. La vicepresidenta se toma las cosas con calma, podríamos decir. Ahora podemos esperar a ver si en 15 o 16 años se da cuenta de que el comunismo es asesino además de ruinoso y quizá allá por 2039 sea una candidata votable por todos los que no queremos acabar yendo a sellar semanalmente nuestras cartillas de racionamiento.

La presidenta no está sola. Ni acompañada por Podemos. Sumar —llamarlo Restar, aunque más realista, quedaba feo— nació arropado por las líderes de las antiguas confluencias moradas. En el acto “otras políticas”, Díaz se presentó, hace ya un año, acompañada de la ahora nada deseable Mónica Oltra, investigada por si encubrió al violador de niñas con el que estuvo casada. También de Mónica García, Ada Colau y una señora con velo que pulula por Ceuta odiando a todo el que no piense como ella.

Sumar —llamarlo Restar, aunque más realista, quedaba feo— nació arropado por las líderes de las antiguas confluencias moradas

El nivel de la mayoría de nuestros políticos en los últimos años es ínfimo, pero que este grupito que en su día fue bautizado por el periodista Gonzalo Altozano como «la charía» creyera que podía parecernos novedoso simplemente por poner unos carteles con algo que no llegaba ni a juego de palabras, y en el que aparecían cinco comunistas tan rancias como siempre, tampoco habla demasiado bien de nosotros como votantes. Casi todo en nuestro panorama político es ya imagen, marketing. Las ideas, los proyectos, han dado paso a los productos a derecha e izquierda.

Solo así se explican cosas como la reciente entrevista a Alberto Núñez Feijóo en la revista Esquire, posando con jerseys de lobo de mar a lo Capitán Haddock —pero mucho menos divertido. Simplón pero efectivo: “Le hemos querido sacar de su entorno habitual, vestirle como no se suele vestir y hacerle hablar de lo que no suele hablar”, escribía el periodista que lo entrevistaba. Es un espejismo, claro. Sigue siendo el líder regional que permitió que bajo su mandato se bautizara como «neofalantes» a los gallegos que renunciaban a usar el español en cualquier ámbito y que impuso el dialecto regional en las instituciones con la misma ferocidad que los separatistas catalanes.

Tampoco quiero ponerme a hacer comparaciones de nuestros políticos con personajes de cómic porque estoy inspirada y temo acabar con una demanda si hablo del parecido que encuentro entre las «nuevas políticas» y algunos personajes que conocemos por formar parte de las filas de la T.I.A. Sí, hay una mujer, —no me atrevería a equipararla con ningún miembro o miembra de la secta de Yolanda Díaz— que cada vez me recuerda más a Iznogud, el infame, el desleal y conspirador visir real que quería ser “califa en lugar del califa”. No hago ningún spoiler si recuerdo que nunca lo consiguió, pero este asunto lo dejaremos estar de momento porque muchos aún nos estamos recuperando de la decepción.

Es lo que tiene sufrir un complejo de pasionaria baratilla, que ves a cualquier enemiga de los Derechos Humanos y te embarga la emoción

Además de que si uno vuelve a fijarse en la realidad no hace ninguna falta tirar de elementos de ficción para sentir terror. Irene Montero, con el hecho ya asumido de que no tiene nada que rascar de Yolanda Díaz y su grupo de tapper sex, se ha paseado y fotografiado por Buenos Aires estos días con las lumbreras Leire Pajín —»acontecimiento planetario»— y Bibiana Aído —»abortar es como ponerse tetas». También con la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner. Casi nada. Es lo que tiene sufrir un complejo de pasionaria baratilla, que ves a cualquier enemiga de los Derechos Humanos y te embarga la emoción. Qué tropa.

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