«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Pablo debiera llamarse Pedro

20 de febrero de 2022

Todo está en la mitología griega y bíblica. No hay nada nuevo que no hayamos leído en esas páginas que atesoran buena parte de la sabiduría de la humanidad. Para desdicha nuestra no hay nada más lejano del Pedro, la roca, la piedra en la que Cristo se apoyó para edificar su iglesia, y del Pablo reconvertido de perseguidor de cristianos a apóstol de los gentiles, evangelizador de la esperanza y de la causa del reino de Dios, que el tema que hoy nos ocupa aun si los nombres pudieran aproximarnos mediante sencilla referencia.

Hoy toca escribir —vaya agonía— de Pablo Casado y Pedro Sánchez. Durante la entrevista que dio el primero a Carlos Herrera, el viernes pasado, en la Cope, durante un mínimo instante se le notó la costura, o como decimos en cubano, se le salió la chaveta, se deschavó, cuando expresó eso que le salió del alma: “cuando yo dirija España”. 

El problema de Pablo Casado es que va desajustado con su apurillo permanente. Es un hombre más que impaciente, es irritable. Necesita gobernar España ya, como sea. Resulta imperioso en él convertirse en el presidente de este país a la mayor brevedad posible. Y, eso lo sabe Pedro Sánchez; se lo ha adivinado en los ojos, esos ojillos de curiel que se le ponen a veces cuando él mismo se saca de quicio. 

Pablo, para gobernar, en verdad debiera llamarse Isabel, pero anda encaprichado en llamarse Pedro, imitándole en todo

Pedro sabe que Pablo quiere ser él, que lo anhela como nadie, incluso más que el propio Pedro. Si para ello tuviese que devenir un poco socialcomunista le daría igual. Es más, si tuviera que serlo mucho, también estaría satisfecho. Total, nadie se enteraría a estas alturas, tan entretenidos como están en cualquier pandemia o ‘guarever’.

Pablo Casado sabe que deseando ocupar el puesto de Pedro Sánchez no cambiaría nada en España, sólo dilataría un poco más el suicidio colectivo en que quiere sumir Pedro Sánchez a todo un pueblo, tal como hizo Mariano Rajoy, cosa de estirar, de prolongar… Ganar tiempo, eso sí, con poder, investido de potestad y dominio… A ninguno de ellos les interesa arreglar nada, como no sea lucirse mediante el mando. 

Pablo necesitaba más de Isabel Díaz Ayuso que de Pedro para lograrlo, pero al mismo tiempo sabe que a ella debe eliminarla, para alcanzar sin barreras ni escombros lo más alto de sus aspiraciones.

No es que Pablo sería un buen Pedro. Es que Pablo, desde que recibió aquella llamada de Cuba en el 2012 de Ángel Carromero, tras el asesinato en una carretera de Oswaldo Payá y Harold Cepero por parte del régimen castrista, ya era con toda probabilidad un fastuoso Pedro en ciernes. 

Ángel Carromero y Pablo Casado sabían que el ex embajador de Cuba en España Gustavo Machín se encontraba en el lugar del asesinato de los dos cubanos, y que estuvo en los interrogatorios, notablemente en los de Aaron Modig; así y todo hicieron de la vista gorda, quedaron en silencio. Porque la Pedritud se había instalado peligrosamente en sus almas.

Se trata del eterno dilema de Jekyll y Hyde, el de la ambigüedad espiritual. O, lo que es casi lo mismo, la falta de espiritualidad, y todavía peor, de conocimiento

A mí me gustaría en cambio ser Isabel Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo, pero no por ello ando hurgando en los armarios a ver cuál hermano de alguna de ellas me va a solucionar el problema y desbrozarme el camino, acortarme la carrera hacia el accomplissement de mis ansias, aunque para ello tenga que inventar y mentir y acusar y destruir la carrera que él mismo ayudó a edificar. “Nadie más que yo ha apoyado a Isabel Díaz Ayuso”. Dijo. También nadie más que él está haciendo todo para destruirla. Se trata del eterno dilema de Mr Jekyll y Mr Hyde, el de la ambigüedad espiritual. O, lo que es casi lo mismo, la falta de espiritualidad, y todavía peor, de conocimiento; o sea, un asunto muy vulgar de carencia cultural y de ninguna autoestima, de cero o nada de amor propio.

Pablo, para gobernar, en verdad debiera llamarse Isabel, pero anda encaprichado en llamarse Pedro, imitándole en todo, hasta en la manera de cerrar el puño y de entregarse a la democracia del terror.

O. Entonces Pablo, perdón fue Pedro, recordó lo que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y se echó a llorar.

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