Ahora que ya conducimos a 30 kilómetros por hora, que pagaremos peajes hasta para ir al baƱo, y que el Gobierno ha ideado miles de nuevos impuestos, considero que los esfuerzos que SĆ”nchez estĆ” realizado van en la buena dirección, pero necesitan la ayuda de un experto para terminar de hundir EspaƱa en el menor tiempo posible. Como hombre de letras, todo nĆŗmero me es ajeno, por lo que estoy en óptima condición para pautar ciertas normas que ayudarĆan al Gobierno, en su noble empeƱo por la ruina total de la nación. Como ciudadano comprometido, aporto hoy algunas ideas al Ejecutivo, con generosa gratuidad, con la ilusión de que Yolanda DĆaz diga que son la vanguardia mundial, y que Joe Biden legislarĆ” a partir de mis oportunas ocurrencias.
En el asunto del trĆ”fico, hay un viejo estigma machista e infundado, que solo puede repararse por la vĆa del bolsillo. Mi propuesta es que los hombres paguemos el triple que las mujeres por sacarnos el carnet de conducir, el doble por las multas de aparcamiento āchicas, gratis; y atiendan a la coma-, y que los lĆmites de velocidad masculinos sean siempre pares y menores que el NĆŗmero Pi, bajo amenaza de infracción de unos 200 euros por kilómetro bisiesto excedido. Esto permitirĆ” a las mujeres llegar antes a todas partes y, honradamente, no se me ocurre nada mĆ”s feminista, y resiliente, y sostenible.
Hay que acabar con esos ricos. Pero antes, hay que sacƔrselo todo
Hay todavĆa margen para rascar dinero para las arcas estatales en el tabaco y la bebida. Cinco euros por una cajetilla es un regalo, un desperdicio. Cualquier fumador, yo mismo, pagarĆa diez por cajetilla si sabe que con su dinero se estĆ”n financiando, no sĆ©, conferencias de transexuales negros en guarderĆas, o cualquier otra cosa que sirva para salvar el planeta del fascismo.
Pero hay mĆ”s. Hay bares que te ponen una copa por seis euros. Esto es un insulto al espĆritu tributario, una asquerosa excepción libertaria, una zona negra en el precioso universo contributivo. El que quiera beber que nos lo pague a los demĆ”s. Gravar con unos cinco euros extra cada cubata, y tres cada caƱa, contribuirĆa a equilibrar una situación que es, de por sĆ, insostenible: todavĆa hay espaƱoles que pueden permitirse pedir rones de envejecimiento superior a tres aƱos, o tomarse tres caƱas impunemente despuĆ©s de trabajar, en lugar de asistir al Soviet como SatĆ”n manda. Hay que acabar con esos ricos. Pero antes, hay que sacĆ”rselo todo.
A mà aún no me entra en la cabeza que el Gobierno permita a cualquier español el lujo de montar una maldita empresa
Tampoco es justo que la gente pueda comer lo que quiera, sin educación ni nada. CuĆ”nta razón tiene la Primera Dama BegoƱa, que ya ha exigido a los restaurantes espaƱoles que se conviertan en āeducadores de comida sanaā, que me imagino que son aquellos educadores que dan clase a las lechugas y al tofu. Y es que hay todavĆa mucho que mejorar en regulación hostelera. En primer lugar, abren demasiado. No se entiende que los ciudadanos puedan ir a donde les dĆ© la gana y ponerse a comer a cualquier hora. Los restaurantes deberĆan abrir solo de dos a tres, y de nueve a diez. Fuera de eso, las multas tendrĆan que ser ejemplarizantes, y estar centradas en el propietario. En cuanto al cliente, lo apropiado es que se le cocine a la brasa, previo extirpado de sus órganos vitales, que serĆ”n de inmediato donados al Estado, para que los venda en el mercado negro.
Aunque donde realmente hay una laguna enorme es en el Ômbito empresarial. A mà aún no me entra en la cabeza que el Gobierno permita a cualquier español el lujo de montar una maldita empresa. Con sus dos cojones. Esto se tiene que acabar. Urge modelar el impuesto de sociedades de una manera que cortocircuite toda aspiración emprendedora. Hay que levantar tasas verdes, rojas, amarillas y grises. Todas. Necesitamos ya la bancarrota de todos los empresarios, para que de una vez por todas dejen de causar mala conciencia a ciertos funcionarios públicos, y de explotar a los trabajadores, que al fin, sin esas sucias empresas recogiendo beneficios, podrÔn no tener nada y ser feliz, como manda el FMI.
Resulta apremiante subir al 95% el IVA del pan, de modo que al tiempo recaudamos y contribuimos a que los espaƱoles estƩn mƔs buenos
Y, por Ćŗltimo, siguiendo la Doctrina SĆ”nchez, necesitamos centrar nuestro esfuerzo en la clase media. Urge la polĆtica del hijo Ćŗnico, o incluso del medio hijo, penalizar fruterĆas de barrio, viejos ultramarinos y otras rĆ©moras del franquismo; resulta apremiante subir al 95% el IVA del pan, de modo que al tiempo recaudamos y contribuimos a que los espaƱoles estĆ©n mĆ”s buenos; gravar sin compasión los bocadillos de mortadela y el papel de aluminio; multar por toses y estornudos; triplicar el billete de AVE a altos y gordos -de hecho, urge esquilmar a los gordos, que son una indecencia insolidaria y antiecológica-; cambiar el EjĆ©rcito por una docena de tuiteros; activar el Euro Laico (pagar por ir a misa y otros lujos); crear una televisión pĆŗblica para cada barrio; multar con trescientos pavos a todo el que toque el saxofón; y declarar el turismo actividad ilegal, autorizando a la policĆa a abrir fuego contra cualquier extranjero que quiera gastar āo, en el colmo del terrorismo fiscal, invertir- un cĆ©ntimo en EspaƱa.
Haz que pase.