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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Arturo García (San Vicente de la Barquera, 1991). Periodista. Me licencié en la Universidad Complutense. Aprendí de los buenos y ahora intento aplicarlo con mayor o menor acierto a otros ámbitos de la comunicación.
Arturo García (San Vicente de la Barquera, 1991). Periodista. Me licencié en la Universidad Complutense. Aprendí de los buenos y ahora intento aplicarlo con mayor o menor acierto a otros ámbitos de la comunicación.

Dos perdedores y un ganador

28 de septiembre de 2015

Escribo estas líneas con el recuento de las elecciones autonómicas prácticamente cerrado. Los resultados están muy en línea con lo esperado: Los separatistas han conseguido la mayoría absoluta en escaños (62 + 10), pero no en votos (47,86%). En el lado no separatista, hay que destacar los pobres resultados del PP y de Podemos y los increíbles 25 diputados de Ciudadanos, el gran ganador de la noche electoral.

Los líderes de la plataforma separatista han salido hace un rato. A pesar de sus gestos y palabras grandilocuentes, Artur Mas tendrá que hacer frente a la dura realidad de la aritmética parlamentaria. Junts pel Si tiene 62 escaños que votarán que sí a su investidura. Ciudadanos, PSC, PP y la franquicia Catalana de Podemos tienen 63 que votarán que no. Así que, a menos que los anticapitalistas de la CUP decidan dar sus votos al líder de la burguesía catalanista, cosa que parece poco probable, Artur Más verá el fin del proceso desde el salón de su casa. En cinco años este genio de la política ha polarizado a la sociedad catalana, ha destruido la coalición que lideraba y ha hecho que su partido pierda la mitad de sus diputados. El centro derecha catalanista heredado de Pujol ha quedado relegado a un papel secundario en la vida política catalana. Es de esperar que el catalanismo social  se horrorice de un gobierno de eco-socialistas, anticapitalistas, feministas y animalistas cuyo único programa parece ser plantear una campaña de desobediencia civil contra el Estado Español. Sin duda la mejor noticia para los catalanes que quieren seguir siendo españoles es que la cohesión de los separatistas está muy cerca de romperse.

El otro gran perdedor de la noche es Mariano Rajoy. A pesar de haber puesto toda la carne en el asador implicándose personalmente en la campaña y de no haber permitido que el malvado Aznar pisase Cataluña, el partido que preside pierde la mitad de sus votos y queda relegado a quinta fuerza política en Cataluña. Y no se le puede echar la culpa a Albiol, un candidato que ha remontado las nefastas encuestas que daban a Alicia Sánchez Camacho 6 diputados. Los catalanes han dado la espalda a un Presidente del Gobierno que no ha hecho otra cosa en campaña que amenazarles con echarlos de Europa, con despojarlos de su nacionalidad y que ha recurrido a mandatarios extranjeros para enviar mensajes a sus propios ciudadanos.

El gran ganador de la noche es, sin duda, Albert Rivera. Su partido, Ciudadanos, con una magnífica Inés Arrimadas de candidata, se convierte en el primer partido de la oposición, multiplicando sus escaños prácticamente por tres. Rivera ha demostrado que al nacionalismo se le puede vencer cuando se planta cara desde la ilusión y no desde el miedo. Que se puede ser catalán y español sin complejos. Y que la gente quiere políticos que vengan con las manos limpias y con un mensaje de reforma de España.

Ayer Albert Rivera dijo que para arreglar el problema de Cataluña hace falta un proyecto nacional que ilusione a todos los españoles. Su discurso, lleno de optimismo y empatía con el votante, contrasta con la oratoria cansina y la falta de conexión con el votante de un Mariano Rajoy que ayer fue el único líder nacional que no salió a hablar con los españoles.

 

Los resultados de estas elecciones catalanas convierten a Rivera en el líder natural del centro derecha español. Si nadie en el PP lo impide y surge un liderazgo alternativo al político de Pontevedra, a los populares se les pueden hacer muy largos los casi tres meses que quedan hasta las elecciones generales. 

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