La Conferencia de presidentes de este viernes se va a celebrar en el Palacio de Pedralbes, en Barcelona. En el mismo sitio en el que Pedro Sánchez decidió en 2018 que había un conflicto político con Cataluña, allí se abrió la puerta a todo lo que vendría luego. Cinco años después, vuelve la escena del gesto… y esta vez, con pinganillos. Por primera vez, se utilizarán auriculares para que algunos presidentes puedan expresarse en sus lenguas cooficiales. Sólo algunos. En concreto, el catalán Salvador Illa y el vasco Imanol Pradales. No porque no se entiendan entre ellos, que ninguno necesita subtítulos para entender el español y les hemos visto hablar de forma fluida en el pasado sin ningún tipo de problema. Hasta Arnaldo Otegui y Carles Puigdemont compartieron mesa no hace mucho, ¡y sin pinganillo ni traductores!
Galicia, la Comunidad Valenciana o Baleares no han sido invitadas a sumarse a este pequeño despliegue de lenguas cooficiales autonómicas. Un decorado de cartón piedra porque todos ellos se entienden. Y todos deberían querer entenderse. Pero el mensaje es bastante inequívoco, porque no se trata de comprender, sino de significar. La lengua convertida en herramienta política para una ceremonia que se traduce en gasto público. Fuentes autonómicas lo definen como una «concesión simbólica». Pero no por ello es menor. Es, sobre todo, innecesaria. La imagen recuerda inevitablemente a los pinganillos del Congreso de los Diputados. Aquellos que permiten a sus señorías de la cámara baja hablar en sus lenguas autonómicas… ante otros diputados que entienden perfectamente la lengua de Cervantes. Una herramienta para la escenificación. Y un gasto adicional para el contribuyente. Lo que se garantiza, en cambio, es el gesto.
Cuando el debate no interesa, se cambia el telón o se amplifica el audio. Pedro Sánchez llega a esta cita en la ciudad condal tras una semana esperpéntica. El caso Koldo. El caso Begoña Gómez. El caso de su hermano. Las revelaciones sobre Leire Díez y los movimientos en las cloacas del Estado. La presión crece. Más aún cuando nadie parece comprarle el argumento a esta mujer que dice ser periodista freelance y que ya todo el mundo conoce como la fontanera del PSOE. Y Moncloa trata de redirigir el foco. Ayer, con el anuncio de un plan de vivienda de 7.000 millones de euros, al mismo tiempo que Bruselas también lanzaba un jarro de agua fría acerca de la escasa vivienda social en nuestro país. El interés público miraba en otra dirección y Sánchez buscó redirigir esa atención. Era precisamente la vivienda una de las cuestiones que exigía el PP incluir en el orden del día. La Moncloa aceptó que esos puntos fueran finalmente 16 temas a tratar.
Mientras se perfilaban los últimos detalles de este encuentro autonómico, el Tribunal Supremo emitía un auto en el que exigía que se tomaran medidas urgentes con los menas de Canarias. Poco después, era Génova 13 desde donde se pedía declarar la emergencia migratoria en todo el país. Hace un casi un año, VOX pedía exactamente tomarse como una emergencia lo que era ya una realidad para muchos. Los de Santiago Abascal reclamaron que se cumplieran los pactos y no aceptar en esas regiones el reparto de menas. Ahora, con gobiernos en solitario, el guion cambia. Y la urgencia se redescubre. Hoy piden una emergencia que hasta ahora se había ignorado.
Tensión sumada a la escenografía. Pero al final, todos van mañana. Todos posarán. Sin excepción alguna, todos sonreirán al lado del que califican de dictadorzuelo. Por institucionalidad, claro. Y todos escucharán… aunque ya se sepa lo que van a decir. Pero, con pinganillo.