El president se revolvió, ufano, extendió los brazos, puso una mano a cada lado del papel que tenía frente a sí, sobre la mesa, sonrió de medio lado y dijo en catalán: “Entonces, señores, lo que este Grupo de Investigación para la Independencia de Cataluña propone es celebrar la consulta de forma unilateral a lo largo de 2014 ya que los estudios que han realizado concluyen que Madrid no va a ser capaz de reaccionar, ¿es así?”. Las diez personas sentadas a lo largo de la mesa sonrieron y cabecearon. “Así es, president”. El president achinó los ojos y muy serio, preguntó: “¿Están ustedes completamente seguros?”. Los diez asintieron.
El president sonrió de nuevo. “Magnífico, magnífico; pues entonces yo creo que lo tenemos decidido, ¿no?”. Los diez tipos sonrieron y el president se levantó, echó una larga mirada a todos y dijo: “Pues muy bien, señores, tomen nota de este día histórico para Cataluña al que vendrán muchas otras jornadas de gloria”.
El president recogió el papel, lo metió en una carpeta satinada, caminó hasta una puerta de la izquierda, agarró el picaporte y justo en el momento de bajarlo, una voz a su espalda carraspeó: “Ejem, bueno, señor president; para ser rigurosos podría haber un problema”. El president bufó en el silencio, soltó el picaporte, se volvió hacia la mesa y clavó su mirada en Josep Manel Rebollet, catedrático de la Pompeu Fabra, que carraspeó de nuevo y dijo: “Es quizá un problema minúsculo, quizá un asunto menor, a primera vista una cuestión que en apariencia debería carecer de importancia, o sea…”.
El president hizo un gesto con la mano para que Rebollet concluyera. “Buen, eh, señor president, ah, claro, bien, ah, el problema sería, eh, pues, eh, si llegase a la Generalitat una fuerza, ah, una, eh, pues, por ejemplo… una pareja de la Guardia Civil”.
El president quedó demudado, caminó hasta su silla, se sentó y preguntó con un temblor de voz: “¿Y eso podría ocurrir?”.