Para interpretar los datos sobre intención de voto que se han hechos públicos este miércoles hay que tener en cuenta varios factores. En primer lugar, que el método estadístico aplicado es nuevo y aún no se ha testado su nivel de aproximación a la verdad matemática de las urnas. Lo segundo es que no recoge, porque las preguntas se formularon antes, el impacto del nacimiento de VOX, la salida del PP de Vidal-Quadras, la renuncia de Mayor Oreja a encabezar la lista a las elecciones europeas por su partido ni de la convención popular de Valladolid. El tercer elemento es que la encuesta se ha realizado en plena‘ciclogénesis explosiva’ de la reforma de la ley delaborto y del desafecto público de muchas víctimas delterrorismo hacia el Gobierno.
Así que la pérdida de dos puntos del PP y de dos décimas del PSOE respecto al barómetro de octubre es tan poco definitiva como el notable incremento de UPyD y de Izquierda Unida. La madurez no ha llegado a nuestra democracia, pero ya enfila la adolescencia y, entre las nuevas tecnologías y el decrépito bipartidismo, la política española va mucho más deprisa que las encuestas del CIS. En un suspiro nacen nuevos partidos, se aflojan las filas antes prietas de los grandes del Hemiciclo, causan baja los pesos pesados y se pierden apoyos que se creyeron incondicionales. Son pequeños ingredientes, que tienen poca importancia por separado, pero que juntos y al unísono aumentan el margen de error estadístico de forma notable.
Aún faltan por saber los nombres de quienes encabezarán las candidaturas del PP y del PSOE a las europeas, otro factor que introducirá ruido en los sondeos y en las urnas. No deberían ser determinante si creyéremos en el votante racional, ese que elige en función de las promesas políticas (los programas electorales) y de sus intereses -tanto individuales como comunitarios-, pero en España todavía se vota mucho con la tripa y, pese a que el voto está profundamente ideologizado, la cara del cartel tiene una influencia significativa en el sentido de la papeleta.
Por eso no conviene quedarse en los porcentajes totales, que esconden matices relevantes que terminan, con el tiempo, por ser determinantes. Como pasa con el 30 por ciento de facturación que ha perdido el mercado de libros en España, que esconde en la bruma de la crisis económica el alza de la edición digital y detalles como el incremento brutal de la venta de cómics y de libros eróticos. Esos detalles son lo más interesante de los datos porque cuentan la vieja historia del carmín y la pobreza, que siguen caminando de la mano también en el siglo XXI.