«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Potencia de chorro

11 de abril de 2025

Trump puede estar cambiando el mundo o simplemente enseñándonos que ya ha cambiado y mientras lo hace, consigue algunas cosas.

Firmó una orden ejecutiva para eliminar las restricciones a la presión del agua; en pocas palabras, (y siento insistir) liberalizó la ducha.

Era otro viejo tema suyo. En su identificación con el norteamericano medio ya había hablado de lo molestas que le resultan las duchas de baja presión y cómo necesita «tomar largas duchas para cuidar mi hermoso cabello».

Los problemas de presión del agua son algo que todos hemos conocido alguna vez. Seinfeld les dedicó un episodio . El mundo seinfeldiano, humor neoyorquino de los 90, tiene conexiones innegables con el trumpiano. Por ejemplo, los padres de George Constanza también eran de Queens y George se convierte en asistente del dueño de los Yankees, Steinbrenner, amigo y gran influencia comunicativa de Trump.

En el episodio de las duchas, George intenta que sus padres se vayan a vivir a Florida y lo justifica con la teoría de la buffer zone o distancia de seguridad, que entre ellos tiene que ser de dos mil kilómetros para él vivir tranquilo. No muy diferente, por cierto, de la que Rusia quiere con la OTAN.

Como la presión del agua es floja en el edificio de Seinfeld, todos los personajes llevan el pelo pegado, a medio aclarar. Esto acaba siendo determinante. El padre de Jerry, con un tupé parecido al de Trump, decide irse a Florida en cuanto escucha que están instalando duchas de baja presión en Nueva York. Sale escopetado.

Pero es Kramer, el más trumpiano de todos, el que lleva peor la baja presión. «Me siento débil e indefenso sin una buena ducha. No soy Kramer». Por eso, junto a Newman, némesis gordita de Seinfeld, deciden acudir al mercado negro, donde un serbio ofrece grifos de ducha potentes.

–Por lo que he oído, los serbios son fanáticos de las duchas

–No por las imágenes que he visto

Es un chiste bastante negro, considerando que el episodio es de 1996, en plena guerra de Yugoslavia. No son los únicos chistes que hoy podrían abrir un expediente. Seinfeld se lleva a comer a su tío Leo para convencerle de que deje a su novia (movimiento de ajedrez que alejará a sus padres) y este se queja de que la hamburguesa no está lo suficientemente hecha. «El cocinero debe de ser antisemita». Seinfeld, judío, va luego al programa de Jay Leno y lo comenta: «Mi tío es de los que si algo va mal, echa la culpa al antisemitismo. Si la pasta no está al dente, el cocinero es antisemita; si pierde una apuesta, el caballo es antisemita…».

Las duchas, como las conocemos, empezaron en el siglo XIX en el ejército y las cárceles, como duchas comunitarias. ¡Hay tanto que debemos a las guerras! Luego se individualizaron, aunque el chorro mantuvo una potencia expeditiva.

Cuando vamos a un hotel, una de las cosas más valoradas es que la ducha disponga de varios sistemas de chorritos donde elegir: desde el goteo acariciante hasta el cañón de agua digno de los antidisturbios pasando por el masaje. Pero ha de haber una potencia (caudal por presión) mínima: el chorro ha de ser suficiente para emulsionar el champú y para que, extendida la espuma, se pueda aclarar antes de que el pelo empiece a apelmazarse.

Por debajo de eso, la ducha es irritante y pierde su razón de ser. No nos sentimos del todo limpios. El débil hilillo de agua no es urbano, no es moderno, no es industrialmente purificador. Es como vivir en el Antiguo Régimen. La incomodidad es profunda. Si no se garantizan unos bares mínimos en el agua, ni Occidente ni leches.

Al final del episodio,  Kramer ya ha instalado el grifo de ducha del serbio, uno que usaban en un circo para lavar elefantes. Entra ufano en el plato, corre la cortina de florecillas, activa el chorro… y es tan potente que le derriba. La libre ducha y la inviolabilidad de la presión han sido por fin reconocidas.

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