Si en algo tan intrascendente como una programación de televisión se nos proporciona un horario y una relación de contenidos para que sepamos qué canal o emisora preferimos, ¡cuánto más en algo tan importante para nuestro futuro! ¡Un partido político debería dejar bien claro cuál es su programa y que iniciativas pretende imponer! Si no se proporcionan dichos objetivos, ¿qué debemos tomar como referencia para orientar nuestro voto? ¿Los eslóganes de un mundo perfecto? ¿El carácter más o menos afable o la belleza de los candidatos? ¿A qué semejante planteamiento se le antojaría infantil a cualquier persona con uso de razón? Si se nos dice que el programa da igual, que todo es una cuestión de ideologías, de simpatías, inclinaciones más o menos interesadas, como si se tratara de un equipo de fútbol, ¿qué respetabilidad nos merecería dicho sistema?
Un partido debería dejar claras las medidas y objetivos que persigue y la realidad que pretende imponer, para que todos sepan a qué atenerse. Así se podrá “a posteriori” valorar comparativamente su programa con otras propuestas alternativas. No se trata de contrastar a un gobernante contra principios ideales, sino contra realidades. Si un partido no presenta su verdadero programa porque alega que no está en sus manos o no es posible sinceramente llevarlo a cabo, ¡que lo diga! La escusa de que ‘es Europa’ -lo cual probablemente es cierto puesto que hemos como nación renunciado a una parte importante de nuestra soberanía histórica- la que nos impone la austeridad y las condiciones económicas que nos llevan a condicionar nuestro sistema, no es válida, pues estamos en Europa y esa es una condición que hay que evaluar en nuestro programa. Y si no nos gusta, propongamos el salir de la UE y eso es lo que debemos someter a consulta a nuestros ciudadanos: ¿Queremos seguir en Europa o no? ¿Qué es mejor en conjunto para nosotros? Y si resulta que todos en el fondo es lo que quieren y así lo deciden, dejar de dar la matraca sublevando a insatisfechos como armas arrojadizas, como arma propagandística.
Si por otra parte un partido sale elegido con un programa y no lo sigue es una estafa al electorado, sin paliativos, y debe replantearse el programa y someterlo a votación. Eso sería una democracia parlamentaria. Tampoco me vale la escusa de ‘¡Europa nos manda!’, pues al igual que en el caso anterior: ¡eso ya lo sabías! Y si lo sabías, no debías haber dicho lo que dijiste, pues es una falsedad. En resumen: ¡electores, léanse los programas y oblíguese a su cumplimiento! Eso sí, si se quiere sufragio universal, que sea obligatorio, que nadie se excuse en que no sabía.
“La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento.”