«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Progres clérigos

23 de abril de 2023

A principios del siglo pasado, G.K. Chesterton escribía: «Todas y cada una de las cosas que el mundo moderno ha hallado culpable a la Iglesia católica han sido adoptadas por ese mismo mundo, pero de forma degradada«. Y hacía una lista, no sin cierta ironía, de esas cosas entre las que incluía el arte religioso y su degradación moderna, las curaciones sobrenaturales sustituidas por curanderos y charlatanes muy alejados de la medicina, el confesionario que se degrada en el psicoanálisis, la fe universal convertida en un globalismo materialista, el ayuno penitencial sustituido por fórmulas de adelgazar algunas completamente ajenas al sentido común e incluso muy peligrosas.

Hoy esta tendencia que apuntaba Chesterton se hace más notoria con el pensamiento único y sus ingredientes ideológicos más de moda como son el «consenso progre», el wokismo, la sostenibilidad climática o el activismo de género. Es muy ilustrativo que quienes disienten de todas estas cosas se les considera negacionistas. Están a un paso de llamarnos herejes.

También es muy ilustrativa la forma de pontificar de los grandes adalides del «consenso progre». Algunos no se bajan del avión privado o del Falcón, en el caso de nuestro presidente del Gobierno, tras soltarnos toda la monserga de nuestra huella de carbono. El nivel de inmoralidad es perfectamente comparable al del papa Borgia.

Cuando la ideología se asienta en formulaciones pseudo religiosas es muy difícil el debate. Son tiempos muy duros para disentir del consenso. Al infiel se le persigue con saña, se le cancela o silencia y cualquier remisión a la razón se hace imposible, incluso cuando se denuncian las contradicciones evidentes.

Pero no hemos nacido encadenados sino libres para expresar nuestros disensos. La batalla cultural debe ser constante y total, y en todos los frentes. Creo que el primer paso es exigir neutralidad institucional. Esa es la batalla inmediata, una de las bases de la democracia, de su esencia, es la neutralidad ideológica. Hoy no se da: nuestras instituciones están imbuidas, profundamente contaminadas de la ideología progre y sus variantes. Debemos concentrar nuestros esfuerzos en exigir y recuperar la neutralidad. Esta batalla hay que darla para recuperar las instituciones políticas y también las culturales y sobre todo las educativas.

Para atacar el pensamiento único primero hay que encapsularlo en una ideología frente a la que hay que exigir neutralidad. El problema, en los colegios es muy evidente, es que está tan arraigado este pensamiento único que se considera mucho más que una ideología; tiene un componente casi religioso que lo hace formidable, en el peor sentido. Pero esta muralla se puede derrumbar si usamos la razón de forma inteligente.

Volviendo a Chesterton, su gran creación, el detectivesco padre Brown hace una afirmación en su primer cuento muy significativa: «Atacaste a la razón, esa es mala teología». La razón y la fe que tanto enfatizaron los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Recuperemos la razón, carguémonos de argumentos para atacar el pensamiento único y sobre todo asaltemos su gran muralla defensiva: su institucionalización. Para concluir, usaré un ejemplo muy en boga, si a nuestros hijos les enseñan que el género es fluido, no entremos en argumentos de si es o no una tontería, simplemente neguemos el derecho a que les enseñen eso, porque no es neutral, no es democrático, es pura ideología.

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