Pedro Sánchez ha anunciado un nuevo plan para la vivienda mientras la realidad sigue sin cambiar. El presidente del Gobierno ha vuelto a hacerlo y ha vuelto a recurrir al asunto del ladrillo. En una enésima ocasión, detalla un nuevo plan de vivienda. Viviendas industrializadas a través de un PERTE, centrado en la industrialización de la construcción de vivienda, que se financiará con préstamos públicos del ICO. Y con una cifra exacta: 1.300 millones de euros para los próximos diez años. Un nuevo plan que viene a ser otro PowerPoint más sobre vivienda.
Alabado sea Sánchez, que esta vez, esta vez sí, va a solucionar el problema de la vivienda. Su habitual retórica mesiánica le ha llevado a fijar el objetivo en levantar 15.000 viviendas al año y alcanzar 20.000 tras la primera década. ¡Viva la revolución arquitectónica!
Hasta aquí, la teoría.
En la práctica, sin embargo, la situación es otra. Pedro Sánchez ya ha prometido viviendas antes. Muchas. Miles. Cientos de miles. ¿Cuántas se han construido? Aproximadamente cero. Anuncios, sí. Casas, no tantas. Varios ejemplos lo ilustran: en abril de 2023, previa de autonómicas y municipales, Sánchez prometió 184.000 viviendas públicas. De cara a las generales, más tarde, prometió otras 50.000 en campaña electoral. Nadie sabe dónde están. Tampoco lo saben los vecinos de La Palma, muchos de ellos siguen viviendo en contenedores tras la erupción del volcán en 2021. Hay una hemeroteca. Todo ello, al margen de que se han dejado sin invertir más de 7.200 millones de euros en políticas de vivienda desde 2018.
Hay dinero para la memoria democrática, unos cuantos ministerios más y varias campañas publicitarias con las que enmascarar el gasto destinado a medios afines, o destinado a comprar otros que no lo sean tanto. Pero no hay recursos para cimientos, o llaves que abran puertas reales. Una cosa es anunciar gobernando y otra ejecutar. Y este gobierno prefiere las palabras a los ladrillos. No hacen falta grúas, ni poner andamios para abrir el telediario de mediodía. El anuncio de este jueves llega, además, envuelto de mentiras. Según Sánchez, la ley de vivienda en aquellos lugares en los que se aplica, provoca más oferta y una bajada de los precios. Ha citado Barcelona y allí, según los datos oficiales, la oferta ha bajado un 13% y los precios han subido un 5,5%.
Lo social nunca ha sido tan asfixiante de lo esencial. El gasto se ha multiplicado, pero no para construir hospitales o reforzar la educación pública. En cuestiones estéticas. En ruido. Pero no en vivienda. Ni en médicos. Ni en las aulas. Se desembolsa para recordar el 50 aniversario de la muerte de Franco, que murió cuando muchos jóvenes de hoy ni siquiera habían nacido. Esos mismos que se marchan de casa antes de cumplir los treinta, vuelven recién estrenada la treintena. Lo que Sánchez les prometió en un PowerPoint, lo han vivido con contratos temporales y alquileres imposibles.
El suelo para construir ha dejado de existir para pasar a estar ocupado por aquél en el que se edifican los grandes relatos. De momento, no hay casas. Sólo otro anuncio más. Una rueda de prensa. Un tuit. Y, a otra cosa.