Las comunidades autĂłnomas, el denominado modelo autonĂłmico es el cĂĄncer de nuestra querida España. Por muchas razones, y no vamos a entrar en profundizar a estas alturas, España es un paĂs, una naciĂłn que ha tenido muchos problemas para vertebrarse, y las comunidades autĂłnomas han sido una rĂ©mora constante para este desafĂo.Â
Hoy no sĂłlo hay nacionalismo vasco y catalĂĄn, tambiĂ©n lo sufrimos en Galicia, AragĂłn, AndalucĂa o Canarias. Es simplemente insoportable, carĂsimo y en demasiadas ocasiones ridĂculo. Prueba de ellos es nuestra nuestra incapacidad actual para tener una acciĂłn colectiva comĂșn: una polĂtica para todos y solidaria en asuntos tan esenciales como el idioma, la educaciĂłn, la sanidad, el agua, la vivienda, el empleo y demĂĄs etcĂ©teras que claman por una polĂtica comĂșn o mejor, por una polĂtica nacional.
El Ășltimo acontecimiento —que lo es, por muy artificioso o sobredimensionado que nos parezca a muchos— es el affaire Bolaños. Resumido, consiste en que a un ministro del Gobierno de España le negaron la entrada en un acto de una comunidad autĂłnoma. En suma, la autoridad regional, la administraciĂłn regional, le negĂł la entrada a un ministro del Gobierno nacional (artĂculo 97 y siguientes de la ConstituciĂłn Española, aĂșn en vigor, imagino) que estaba debidamente escoltado por la PolicĂa Nacional, supongo.Â
Muchos pensamos que la Presidencia de Pedro SĂĄnchez estĂĄ en las Ășltimas, que no da mĂĄs de sĂ. Incluso aceptamos como normal que el presidente y sus ministros no puedan pisar la calle sin que se produzca lo que hasta hace muy poco se denominaba un altercado de orden pĂșblico. Nunca hemos tenido un presidente y un Gobierno tan impopular. La polĂtica es cruel y se puede entender que, en estos momentos, ensañarse con este Gobierno es lo que pide una gran parte, una gran mayorĂa del electorado, pero no podemos dejar de lado nuestros objetivos.
Alentar un autonomismo madrileño, un cuasi nacionalismo madrileño es un disparate. El estado autonĂłmico es considerado por muchos españoles como un gran fracaso. El estado autonĂłmico ha alentado el nacionalismo perifĂ©rico, ha generado un gasto pĂșblico desorbitado, un clientelismo econĂłmico endĂ©mico y no ha hecho nada para vertebrar España, al contrario.Â
La polĂtica moderna tiene algunas peculiaridades; entre ellas, las escenas llamĂ©moslas inmediatas. El mejor ejemplo es el de un jefe de Estado que pide perdĂłn (y no sĂłlo me refiero a España). La inmediatez de la escena de Ayuso y Bolaños no nos tiene que hacer olvidar que vivimos inmersos en un Estado absolutamente intervencionista que practica el sadismo fiscal (diputado Figaredo dixit), una deuda pĂșblica impagable, unas cotas de paro inasumibles y un estado simplemente, y decididamente, insostenible.
La derecha española no puede ser autonomista por mucho que nos pida el cuerpo zarandear a SĂĄnchez y su Gobierno. No perdamos, como buenos marinos, el horizonte, Ayuso no estĂĄ por encima de Bolaños. Ni las comunidades autĂłnomas son la naciĂłn española. Hay que elaborar una hoja de ruta para devolver a las comunidades autĂłnomas a su papel constitucional, una administraciĂłn simple y llanamente regional, ni mĂĄs ni menos. Una diputaciĂłn regional, dirĂa, sin tanta parafernalia, ni tanto bombo. Este es el gran desafĂo de los prĂłximos años. Hagamos valer nuestra fuerza.Â