«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

Pseudoperiodismo

23 de mayo de 2025

No ha hecho falta que nadie le arree un guantazo o un crochet en el mentón a Antonio Maestre para que las Cortes versionen la ley de defensa de la República como la que redactaron Azaña y Casares Quiroga. El jacobino ilustrado, tan elogiado en la derecha en la época de Aznar, decretó que España había dejado de ser católica y después cerró más de cien periódicos. 

Esta semana el Congreso ha aprobado la reforma del reglamento para expulsar a los medios desafectos. Para Patxi López son pseudoperiodistas y los distingue de los serios, a los que agradece su trabajo, compromiso con la verdad y la buena información. De ninguna manera puede haber cabida para el odio al que piensa distinto ni espacio para el acoso al disidente. Esos fuera. Y Bildu dentro. Son clasistas y racistas «por más negro que sea alguno» (sic), aunque ni pío de Pardo de Vera (la periodista, no la que contrató a Jéssica), que le tiró el micrófono al suelo a Ndongo al grito de “recógelo como gorila”.

La iniciativa traída al alimón por PSOE y PNV es en realidad la actualización de un manifiesto que los jefes de prensa de los partidos que sustentan a Sánchez firmaron en diciembre de 2021 reclamando la vuelta de la censura. Después vinieron las asociaciones de periodistas, entes a mitad de camino entre el sindicato con micrófono y el retiro para dinosaurios de la transición. A falta de la rúbrica oficial, la atmósfera ya estaba creada.

Esta nueva victoria de Sánchez demuestra que su gran logro es que los medios y el poder político vayan de la mano con total naturalidad. Moncloa ha sometido a los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) mientras que al cuarto, la prensa, lo tiene aún más de rodillas porque le da de comer. No hay medios públicos y privados, sino públicos y concertados. Tampoco es verdad que TVE sea el NODO como leemos a menudo, qué más quisieran. La propaganda es mucho más vulgar. Desde primera hora de la mañana desfilan en la mesa de Inchaurrondo (medio millón al año) los plumillas elegidos por Ferraz y Génova para contarnos qué está pasando. Por la tarde llegan las Charos de sobremesa, Cintora en La 2 y Broncano (28 millones) de noche. Turra política completa y zafiedad a partes iguales.

Son los encubridores de la corrupción socialista mientras el Congreso aprueba un régimen sancionador para los periodistas incómodos. La izquierda tuvo a sus gamberros durante décadas, pero a Évole y Wyoming les llamaban cultura. 

La cuestión de fondo, la esencial, es que asistimos al fin de la libertad de expresión en Occidente. En Irlanda el boxeador y candidato a la presidencia, Conor McGregor, denuncia que ese derecho se lo han arrebatado al pueblo. Lo dice en un momento en que la policía persigue al tuitero hasta la puerta de casa y la prensa acusa de racista a quienes, como los irlandeses, protestan por las salvajadas que a menudo sufren en sus calles.

Tal estigmatización es muy propia de los medios tradicionales y eso suscita el rechazo generalizado entre la juventud, que emplea términos como jovenlandés para sortear la censura en las redes y denunciar que un magrebí ha cometido un crimen. En cierto modo, recuerda a Calvo Sotelo cuando leía en la tribuna del Congreso los asesinatos del Frente Popular que no aparecían en los periódicos secuestrados por Azaña. Era la única manera de llegar a la calle.

PD: Al queridísimo Antonio O’Mullony, un poco menos irlandés que McGregor, pero igual de valiente.

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