«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Puesto ya el pie en el estribo

29 de marzo de 2021

Esta columna será más bien trágica o, por lo menos, dramática, pues no soplan buenos tiempos para nadie. Ya me gustaría, ya, hablarles hoy de París, o del cañón del Colorado, o del Ngorongoro, o de Kampot, o de Shinjuku, o de Benarés, o de cualquier otro de los escenarios en los que ha transcurrido, a paso lento, mi dolce vita, pero el miedo a la libertad que anida en el corazón de los políticos pone plomo en mis alas y grilletes en mis tobillos. Vía libre para el turismo extranjero, pero cerrojazo para el españolito de a pie. El Gobierno, la mano que mece esa cuna, es, sin que quepa un ápice de duda, un juego de tronos, un truco de naipes marcados y un culebreo de chapas de trileros. Atravesamos, como el pasado, otro año del dinosaurio. Pasó el invierno, llegó la Semana Santa y Pedro Sánchez sigue aquí.

El asedio del virus, atizado por la insensatez de los políticos […] no sólo va a seguir, sino que, quizá, se intensifique

Yo, que antes oteaba el horizonte de la, según Manuel Machado, terrible estepa castellana desde los muros del baluarte arévaco que durante once años resistió el confinamiento que las legiones romanas le imponían, sólo podré, en esta Semana Santa, trillar los caminos de un Madrid atiborrado de guiris forofos del terraceo, del botellón y del trasnoche. Para colmo, en esta ciudad, los gestos subversivos y el hartazgo se notan en el ambiente, en las actitudes, en las conversaciones, en las decisiones y en las manifestaciones de la gente, igual que lo hizo el 31 de diciembre del año mil, cuando las muchedumbres se agolpaban en las iglesias rezando y esperando a que sonara la hora final. El futuro no es lo que era y seguramente nunca volverá a serlo. La normalidad significa que jamás recuperaremos casi nada de lo mucho que el viento del coronavirus se llevó. Disculpen mi pesimismo, pero lo estamos viendo y hay que estar muy ciego para negarse a verlo. Un nuevo fantasma recorre el mundo, igual que a comienzos del peor siglo de la historia universal, el vigésimo, el que precedió a éste, lo recorría el comunismo tal como se lee en la primera frase del célebre Manifiesto escrito por Marx y Engels en 1848.

El asedio del virus, atizado por la promiscuidad del crecimiento demográfico y de la globalización, y por la insensatez de los políticos, que imponen medidas ridículas, demagógicas, ineficaces, inaplicables y meramente volitivas, no sólo va a seguir, sino que, quizá, se intensifique. La economía actual, basada en el delirio de que es el dinero y no el trabajo lo que produce riqueza, difícilmente saldrá de apuros. ¿Asistimos al inicio del fin de la historia de la humanidad? Cabe esa sospecha. En nuestro mundo convergen tres crisis simultáneas: la sanitaria, la económica y la ecológica. Mal arreglo tienen las tres. 

Conviene admitir que la realidad es la que es y que España […] está exhalando su último suspiro. La libertad se ha terminado

Estaré volviéndome loco, pero yo he sido y soy epígono de Juan en Patmos. Comprendí desde el primer momento que Bill Gates era el Anticristo, Steven Jobs su profeta, Soros su banquero, Obama su mamporrero, el multiculturalismo su Atila y los ordenadores su Wehrmacht. E cosí via, como dicen los italianos. El Apocalipsis está servido. Así las cosas, conviene admitir que la realidad es la que es y que España, como el resto del mundo, está exhalando su último suspiro. La libertad se ha terminado. ¿Hay consuelo? Quizá… Yo pese a las Parcas y a las Moiras, miro mi destino de frente, desde lo alto de mi senectud, y sonrío, como según me contaba mi madre, ya lo hice al nacer, y no digamos luego. Sonrío, sí. Palabra. ¿Es locura? Quizá lo sea. San Antonio Abad, que era ermitaño, veía, en la soledad de su celda, mujeres tan desvestidas como la ragazza de Ipanema que tanta impresión causó a Vinicius de Moraes. Y vuelvo a sonreír, porque recuerdo lo que esa huracanada deidad del trópico decía una y otra vez en el disco La vita, amico, e’ l’arte dell’incontro, junto a Ungaretti, Sergio Endrigo y Luis Bacalof. Póquer de ases. Yo estaba con ellos cuando, en Roma, hace medio siglo, lo grabaron. Búsquenlo. Todavía anda por ahí. El estribillo decía: perche’ oggi e’ domenica. Lo es siempre, domingo, también hoy, día 28 de marzo del segundo Año de la Peste, y de la Madre, para quien sabe afrontar cualquier virus que le echen con la sonrisa puesta y con una existencia a cuestas y por delante a la que se debe torear. Parar, templar, mandar, ligar, cargar la suerte y volcarse sobre los morrillos del toro de la vida y, si preciso fuera, del más allá es, hoy como ayer, mi póker de ases, mi única y última salida. Eso, y sonreir.

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