«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Todos quieren nuevas elecciones

14 de marzo de 2016

Me refiero a los mandamases de los partidos y partidas. Todos aseguran que hay que hacer todo lo posible por evitar unas nuevas elecciones, pero mienten. Y no digo que “mienten y lo saben”, porque el mentiroso siempre es consciente de su mendacidad. La mentira propiamente dicha es con intención de engañar, como dejaron dicho los catedráticos de Salamanca.

A todos les gusta la idea de repetir las elecciones porque la campaña electoral es el medio ideal para lucirse, para “chupar cámara”, para seguir en el candelero. Todo ello, gratis. En el entretanto poco tienen que trabajar. Ya me dirán la pesada tarea que han desarrollado los 350 diputados desde que tomaron posesión. Al no haber Gobierno, no es menester legislar. Se reúnen, sí, las comisiones del Congreso, pero solo para hacer bulto, para justificar sobresueldos, dietas y demás bicocas. Los gastos de las campañas electorales se pagan con pólvora del Rey.

Todos quieren nuevas elecciones porque en el fondo aspiran a ganar más votos de los que tienen. Es un deseo perfectamente imposible, puesto que los comicios significan un juego de suma cero. Es decir, los votos que recibe un partido, se los quita a otro. Pero, como no se sabe lo que va a ocurrir, mientras tanto la oligarquía se divierte. A la hora de votar en el Congreso, cada diputado solo tiene que pensar lo que le indique el portavoz del partido correspondiente. Mejor sería decir “portavoto”.

Ganen o pierdan votos unos u otros, gobiernen o no, resulta poco relevante. Lo fundamental es que los participantes ya han entrado en el cielo del poder. Es una carrera para la que no se pide ninguna calificación. Basta con ser disciplinados a las directrices del partido correspondiente para que a uno lo coloquen en las listas electorales en un puesto seguro. El ujier engalonado que vemos en la tele detrás del presidente del Congreso seguramente ha tenido que pasar una oposición. El presidente, no. Ni siquiera ha sido antes diputado.

Se puede llegar a presidir el Congreso o el Gobierno, o cualquier otro alto puesto, sin haber trabajado nunca de verdad en una empresa, despacho o negociado. Ante tal circunstancia, se comprenderá lo agradable que debe de ser la continua aparición en los medios. Por eso digo que una campaña electoral es la situación ideal para un político. ¡Con qué parsimonia y delectación depositan su voto para ellos mismos delante de las cámaras de televisión! Visto así, es un voto que vale más que los demás.

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