«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Radical, o sea independiente

14 de noviembre de 2013

La democracia, ese sistema que dicen que tenemos y que ha sido sustituido por la partitocracia, se sustenta sobre los principios de la pluralidad ideológica y la diferencia de modelos para vertebrar y aportar soluciones a la sociedad. Me indigna con qué facilidad los líderes políticos hacen uso del término “radical” para descalificar al discrepante. La descalificación de las ideas legítimas del que no piensa igual, situando al discrepante en la marginalidad del radicalismo, tiene un tic terriblemente totalitario. Lógico de una casta donde no existe democracia interna y sólo tiene sitio el culto, la admiración y la obediencia al líder. O sea, cualquier partido político español. Porque los progresistas actúan así y porque los supuestamente liberales o centro progresistas –o sea, la derecha– hace exactamente lo mismo.

 

Todos sabemos que en España según el PSOE están ellos, los progresistas, a su izquierda está la izquierda progresista, además se puede ser nacionalista, que tanta fascinación provoca a los socialistas, y la extrema derecha. No hay centro ni derecha. O eres “progre” o de derecha radical o extrema. Lo malo es que también el PP oficial trata a los discrepantes con la misma descalificación que la izquierda. Si no eres un devoto de las políticas del Gobierno, un aplaudidor de todo lo que haga y diga el PP de Rajoy y Cospedal pasas a ser un radical.

 

Aznar que lo que hace es reclamar a Rajoy que cumpla el programa electoral con el que se presentó a las elecciones ha pasado de ser el mejor presidente de la democracia, el que servía a Rajoy de modelo para ganarse la confianza de los españoles para salir de la crisis, a ser un radical de derechas. Lo mismo que todos esos cargos del PP que van a los actos del ex presidente y los millones de votantes que están de acuerdo con lo que dice Aznar. Lo mismo les sucede a las víctimas del terrorismo que en pleno ejercicio de sus libertades abuchearon a los vicesecretarios del PP en la concentración de la Plaza Colón. Inmediatamente pasaron a ser según Cospedal “ignorantes” y “radicales”. El pensamiento único y oficial es lo que prima en la partitocracia. Los dirigentes políticos son los que deciden qué tiene que pensar el pueblo, los seguidores y los votantes. En caso de que a alguien se le ocurra tener criterio y pensamiento propio tiene que saber que será estigmatizado con la etiqueta de radical.

 

Por eso, “radical”, como acusación vertida por un político, comienza a ser la forma de saber quién es independiente, o sea, libre. Alguien que se permite el lujo de ser ciudadano y no vasallo. Un radical libre es ser profundamente reaccionario. Es no ser un sujeto sometido y humillado por la partitocracia.

 

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