«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Arturo García (San Vicente de la Barquera, 1991). Periodista. Me licencié en la Universidad Complutense. Aprendí de los buenos y ahora intento aplicarlo con mayor o menor acierto a otros ámbitos de la comunicación.
Arturo García (San Vicente de la Barquera, 1991). Periodista. Me licencié en la Universidad Complutense. Aprendí de los buenos y ahora intento aplicarlo con mayor o menor acierto a otros ámbitos de la comunicación.

Rajoy, Cataluña y la Normalidad

21 de septiembre de 2015

Hace unos días escuchamos a Mariano Rajoy ofrecer diálogo si Cataluña vuelve a la normalidad. Para Mariano Rajoy, Cataluña lleva cinco años instalada en la sinrazón del independentismo con un Gobierno que no se ocupa de los problemas reales de los catalanes y no hace otra cosa que avanzar día a día hacia el abismo de la independencia.

Me pregunto cuál es la normalidad a la que Mariano Rajoy piensa que tenemos que volver.  Probablemente sea la normalidad de los gobiernos nacionalistas que, mientras apoyaban al PP en Madrid, expulsaban el castellano de las aulas y de la vida cultural catalana. Seguramente sea la normalidad de las escuelas públicas que han estado todos estos años enseñando a los jóvenes catalanes que España invadió Cataluña en 1714 y la convirtió en una colonia.

Parece que a Rajoy esa normalidad no le molestaba. Puede ser porque parte de esa normalidad consistía en permitir a los nacionalistas esquilmar a los ciudadanos de Cataluña, siempre que diesen su apoyo a los políticos mesetarios para hacer lo propio con los ciudadanos del resto de España. El pacto era sencillo. Tenemos toda España para mangonear, no hay problema en dejar que un par de regiones sean parasitadas por los nacionalistas. Entre bomberos no vamos a pisarnos la manguera.

Así, durante décadas, los nacionalistas catalanes capitalizaban su apoyo a lo que ellos llamaban la gobernabilidad de España, que no era otra cosa que colaborar en el expolio de nuestro país por parte de los políticos. Y, además, a cambio de apoyos parlamentarios puntuales, conseguían transferencias permanentes. Más competencias, más dinero, más poder.

Pero los nacionalistas no se iban a contentar con eso. Porque el nacionalista, nación quiere. Claro que está bien ser presidente autonómico, pero mola más ser Jefe de Estado. Y ¿por qué compartir el botín con los políticos de “Madrit” si nos lo podemos quedar todo nosotros? Además, más fácil será controlar la Justicia, más cómodamente a sueldo tendremos a los medios y más férreo será nuestro control sobre la educación si conseguimos el soñado estado propio.

Así, mientras las crónicas parlamentarias alababan el seny de los nacionalistas catalanes, los distintos gobiernos nacionalistas utilizaban la educación, las subvenciones culturales y los medios de comunicación para fomentar el sentimiento nacional catalán en capas cada vez más amplias de la población.

Cataluña no puede volver a la normalidad. Porque hace décadas que la normalidad no existe en Cataluña. Y en el PP no lo quieren ver. La normalidad que añora Rajoy es la renuncia a defender la idea de España en Cataluña a cambio de una docena de diputados en la carrera de San Jerónimo.

Los burócratas del PP,  siguen creyendo que podrán llegar a un acuerdo con Artur Mas. Que todo esto es una cuestión de dineros. Que con un pacto fiscal a última hora los nacionalistas renunciarán a sus aspiraciones independentistas.

Pero eso es un error. No se puede aplacar a los nacionalistas. Cualquier concesión que se realice se convertirá en un nuevo punto de partida. Y tampoco es una estrategia inteligente amenazar a los catalanes con echarlos de la Unión Europea. La ilusión es siempre más fuerte que el miedo y las amenazas solo sirven para engordar el bando nacionalista.

La única forma de terminar con el proceso soberanista es ganar la batalla de las ideas. Solo seremos capaces de preservar la unidad de nuestra Nación si presentamos a los catalanes un proyecto español ilusionante del que Cataluña sea parte. Hay que rebatir las mentiras del separatismo, tanto las económicas como las históricas. Hacer ver a los catalanes que son parte de un país que merece la pena y explicar las ventajas que tiene para la inmensa mayoría de los catalanes ser parte de España.

Para eso hace falta un Presidente del Gobierno que tenga crédito personal, absolutamente limpio de cualquier sombra de corrupción. Un Presidente del Gobierno que crea en nuestro país, que sea capaz de tener un proyecto de España y que tenga la empatía y las dotes de comunicación necesarias para hacérselo llegar a los catalanes y al resto de los españoles.

Hoy, más que nunca, necesitamos un verdadero líder nacional.  

.
Fondo newsletter