«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Reagan tampoco

20 de agosto de 2024

La campaña de Trump usó hace unos días la voz de Reagan para un anuncio electoral. Superpuso un discurso suyo sobre imágenes de la realidad norteamericana actual. Subrayaba así la vinculación entre Reagan y Trump, que no duda en asumir la herencia y figura reaganita.

Esto contrasta con el uso que de Reagan se ha hecho como argumento contra Trump, que no sería un liberal como él, un auténtico liberal. Tampoco sería fiel al anticomunismo moral, al firme maniqueísmo reaganiano de la Guerra Fría contra el «enemigo ruso».

Esto en España se ha visto mucho. En cuanto prosperó la candidatura de Trump, nuestros simpáticos liberales profesionales (calcetines divertidos, actitud ambivalente hacia el dinero público, asco indisimulado por la democracia…) corrieron a echar mano del fetiche: ¡Trump no es liberal como Reagan! ¡Trump es impuro!

Pero Reagan, cuyo mundo era otro, también incurrió en el vicio del proteccionismo y aplicó puntuales restricciones al comercio para proteger su industria. Lo hizo con el automóvil. Ford, Chrysler y demás compañías americanas padecían la competencia de Japón, que fabricaba coches de bajo consumo (eran los tiempos de la crisis del petróleo, gasolina por las nubes) y se aprovechaba de un decidido apoyo estatal japonés a la industria. El mercado tendría que haber penalizado la ineficiencia de esas distorsiones, pero la realidad era que los coches japoneses iban como un tiro, tanto que empezaban a comerse parte de la tarta del mercado en EEUU. Contra esto había dos opciones: más desregulación, o buscar otros remedios: la medida farmacológica temporal para sanar el enfermo. ¿Y quién era el enfermo? No el comercio global sino uno muy concreto: la industria automovilística nacional. Tras estudiarlo, la administración Reagan optó por lo segundo y restringió el comercio con Japón. Las importaciones no podrían aumentar en los años siguientes, y eso debería ser aprovechado por la industria local para introducir mejoras a la competitividad. Así lo hicieron y Japón, limitadas sus exportaciones a EEUU, decidió además invertir allí instalando fábricas con trabajadores americanos.

Reagan aplicó también un arancel del 45% sobre las motos japonesas para proteger a Harley-Davidson. ¿Era Reagan un enemigo del comercio? La protección del mercado local ya había sido defendida por Hamilton o Lincoln, peligrosos comunistas los dos.

Pero no queda ahí la impureza de Reagan. El gran amigo de la libertad, el destructor de la URSS, a pesar de ser un firme aliado de Israel, claramente pro-israelí, tuvo gestos que ahora serían considerados abominables: permitió resoluciones de condena a Israel en la ONU; vendió armas a los árabes y llegó a interrumpir la entrega de F-16 como protesta por alguna de las incursiones militares israelíes. Nadie duda, sin embargo, de que Reagan fue un partidario decidido de la especial relación entre los dos países.

Para el liberalismo español (sea eso lo que sea), Reagan sería un peligroso bolchevique enemigo del comercio, un proteccionista y además un antisemita y antioccidental.

Pero es que, hemos de asumirlo, la pureza del liberal español no tiene igual.

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