«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Entre el recuerdo y el reproche

8 de noviembre de 2013
No se puede lamentar que en España, donde los índices de lectura contrastan dolorosamente con el número de licenciados universitarios, dos ex presidentes tan importantes como Aznar y Felipe González decidan publicar sus memorias y sus reflexiones. Son aportaciones que enriquecen el debate porque sirven para conseguir el ideal de que la historia pueda ser, efectivamente, maestra de la vida.
La línea de demarcación entre el recuerdo y la interferencia es, sin embargo, débil y quebradiza, y no cabe descartar que ambos ex presidentes, aun estando en su derecho a comparecer cuantas veces lo consideren oportuno, no sepan separar adecuadamente el terreno reflexivo de la actualidad política, de la intervención en la marcha de sus partidos o, en el caso de Aznar, en la forma como gobierna la persona que él, y no nadie distinto, designó para sucederle al frente del PP y del Gobierno.
 
¿Hay que entender lo que dice Felipe González sobre el liderazgo como un toque a Rubalcaba? Felipe González manifestó con escaso disimulo sus discrepancias de fondo con Zapatero, pero ahora parecía más alejado del caótico estado en que se encuentra el PSOE y su libro se prestará a mil lecturas interesadas. Más claro parece el caso de Aznar, que lleva, desde el Congreso de Valencia, emitiendo señales de disconformidad profunda con la política que Rajoy aplica y con sus formas de entender el liderazgo en el partido y en el Gobierno. El Rajoy de 2013 no es, desde luego, el Rajoy que recibió la designación aznariana hace casi diez años, pero eso no debería extrañar a nadie, y, menos a Aznar
 
No se trata, desde luego, de meras diferencias de estilo político. Hay un sector muy amplio de la opinión que cree saber que el juicio de fondo de Aznar sobre la política de Rajoy es muy negativo, y esa opinión extendida no se contradice nada con las diferentes, y frecuentemente llamativas, reapariciones de Aznar en la escena pública con los más diversos motivos. Esto provoca una situación escasamente cómoda para ambos que se traduce en una absoluta ausencia de empatía y de colaboración, lo que está lejos de ser lo razonable entre un ex presidente de Gobierno que dirige la principal fundación del PP. No cabe duda tampoco de que Aznar tiene tanto derecho como el que más a opinar y a volver, si es que lo desea, a la arena política, le sobran argumentos y años para hacerlo, pero estamos ante una situación que se debiera clarificar, ante una tensión soterrada y paradójica que no se puede mantener. Tal vez haya razones de peso, así lo creen muchos analistas y bastantes líderes del PP, para discrepar de Rajoy, para pedirle que cambie de política, o para lo que fuere, pero si existen esas razones debieran ser llevadas al campo del debate político de manera clara, para dejar de ser sobreentendidos que solo los muy enterados estén en condiciones de interpretar adecuadamente. El PP no es un partido en el que el debate interno sea excesivo, y puede considerarse que Aznar trata de animarlo, invitando a otros a mojarse, pero si así fuere, Aznar tendría que decirlo con la mayor claridad, dar un paso al frente y hacer propuestas concretas para que su partido las asuma, o las rechace, y, si no lo hace así, seguramente debiera optar por callarse. 
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