«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La ‘reformilla’

19 de febrero de 2015

Es llamativa la rabiosa oposición de la extrema izquierda -la parlamentaria y la otra- a una iniciativa parlamentaria del PP para ‘reformar’ la Ley del Aborto que ni es reforma ni es nada, entre otras cosas porque lo único que ‘toca’ de la monstruosa Ley de Plazos ‘zapateril’ de 2010 es la obviedad de que las niñas de 16 y 17 años tengan que informar a sus padres de su decisión de abortar. Digo niñas porque a esa edad y a estos efectos, lo son.

Con esta ‘reformilla’, el PP ha conseguido lo que siempre logra la derecha a la que avergüenza reconocerse como tal: cabrear a su cuerpo electoral para no lograr tampoco hacerse el simpático a la izquierda, más militante y menos acomplejada. El PP es el mismo partido -o tal parece- que aún en la oposición planteó una enmienda a la totalidad, vía recurso de inconstitucionalidad, al texto legal del presidente Zapatero y la ‘ministra saltitos’ Aído. Y el mismo que en su programa electoral prometió reformar, cuando llegara al poder, tal engendro legal. Tal y como algunos supusimos ya en su día, no lo hizo, como tampoco devolvió la memoria, la dignidad ni la justicia a las víctimas del terrorismo y menos aún bajó los impuestos, ni siquiera ahora que se ufana de haberlo hecho.

Por lo que a la caverna ‘progre’ se refiere, resulta patético que se agarren a un supuesto -el de las menores- en el que se encuadran apenas unos pocos centenares de crías cada año para criticar por retrógrada y carca ésta modificación. Y para asegurar, sin que se les mueva un músculo de la jeta que se trata de una concesión a la ‘extrema derecha’. Lo dice una tal Montón, que acredita con su discurso que en el PSOE hay cada vez más parlamentarios del idem. Además de sectarios son algo bobos, que dirían en mi tierra, porque el sectarismo y la proxímidad electoral les impiden celebrar con champán, o con saltitos, que el PP no haya tenido agallas para tocar -‘por falta de consenso’- el 99 por ciento de la ley. El mismo sectarismo y afán de ser más izquierdistas aún que Podemos, que les lleva a pretender seguir presentando -también en esto- a los populares como guardianes de las esencias de un conservadurismo ultramontano que sólo existe en sus cabezas. Que se lo digan a Ruiz-Gallardón, aquel ‘moderno’ del PP mimado por el grupo Prisa que se fue a su casa porque no era suficientemente ‘progre’ para encajar con los nuevos aires de su partido. Don Alberto es el perfecto ejemplo de un político al que, si hubiera vivido la guerra, hubieran fusilado con gusto en ambos bandos. Y como sólo se puede fusilar una vez, hubiera habido que constituir un pelotón mixto. Debe ser eso a lo que llaman ya ‘la gran coalición’.

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