«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La resaca del Día de la Hispanidad

13 de octubre de 2015

Presidentes que permiten plebiscitos contra la unidad, líderes que discuten el concepto de nación española, pseudoactores que maldicen nuestras tradiciones, políticos neosnobs que afirman un supuesto genocidio español en las Indias, deportistas manifiestamente incongruentes, jefes de Estado incapacitados por textos constitucionales…resaca, al fin y al cabo, del Día de la Hispanidad. Y es que hay algo que admiro de los enemigos de España: su capacidad de unión en torno a su objetivo común y la tenacidad con que erosionan la inercia de aquellos que permanecen impasibles ante el agravio constante.

Escribo estas líneas después de ver el primer capítulo de la sexta temporada de The walking dead. El argumento central de la serie tiene que ver con la supervivencia de un grupo de personas cuya existencia se ve amenazada por un mal exterior. El conjunto es heterogéneo y mantiene distintos puntos de vista a la hora de enfrentar los problemas. Sin embargo es la unidad, la firmeza y el sentido común lo que finalmente les ayuda a encararlos y salir airosos de las complicadas circunstancias que se les plantean.

No hay desfiles, ni banderas ni palabras que valgan cuando quien es depositario de la defensa de España fractura, vacila y mantiene planteamientos alejados del sentido común. Podría pensarse erróneamente que las reiteradas afrentas van dirigidas a la esfera personal del individuo, debiendo ser quien se considere agraviado aquel únicamente legitimado para adoptar las medidas oportunas. No es así. Las manifestaciones a las que por desgracia ya nos hemos acostumbrado por parte de sujetos del todo indeseables, distan mucho de poderse encuadrar dentro del cajón desastre en que se ha convertido la intocable libertad de expresión. Esa que lo mismo sirve para blasfemar contra la herencia cristiana de España, sin cuyo modelo sería interesante ver cómo estaríamos, o para denigrar sus símbolos.

Si estamos de acuerdo en que la idiosincrasia nacional española se materializó en Estado a través de un texto normativo, la nación adoptó la dignidad necesaria para ser defendida de cualquier ultraje, no importando el modo en que se produzca ni el origen del mismo. De otro modo el pueblo español, como depositante del poder punitivo en manos del Estado, tiene todo el derecho a exigir de éste el resarcimiento por los daños causados cuyo alcance se manifiesta erga omnes. La inacción por parte de quien debe encargarse de castigar las conductas, hace saltar por los aires un doble objetivo: el de la prevención especial, indicándole al sujeto que comete la injuria que su conducta conlleva una consecuencia; y el de la prevención general, advirtiendo al conjunto acerca de lo que ocurre cuando se actúa de una determinada manera.

Las situaciones descritas al inicio se reflejarán irremediablemente en los resultados de las elecciones generales del próximo 20 de diciembre. Éstos van a exhibir un triunfo de lo sentimental frente a lo pragmático. El grupo de tecnócratas que han guiado los destinos de España estos últimos 4 años, han adoptado la función de gestores empresariales como si sus decisiones no tuvieran repercusiones en las emociones de la gente. En Cataluña ya sabemos quién se ha llevado el gato al agua en este campo. Falta confirmar si será extensible al resto de España. 

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