«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Rescates

5 de febrero de 2015

Es conveniente puntualizar que cuando se habla de rescate a la banca, o a las compañías de seguros, tanto nacionales como internacionales, a lo que nos estamos refiriendo es a salvar fundamentalmente a los depositantes y asegurados, clientes de dichas entidades. No es salvar a los capitalistas como parece querer instrumentalizar la demagogia al uso. El  que en esa medida los bancos, cajas y compañías en cuestión no desaparezcan y sus accionistas no pierdan la totalidad de su inversión, es un efecto derivado del primer objetivo, que es el no infligir un perjuicio irreparable a una considerable mayoría de ciudadanos y permitir que continúe operativo el tráfico mercantil. No hacerlo  sembraría el caos en nuestra sociedad y nos llevaría probablemente a la edad de piedra. Otra cuestión es dilucidar por qué se llegó a tales situaciones y responsabilizar a aquellos que fueron con sus actuaciones responsables de tener que poner en marcha dichas medidas, con el inmenso coste colectivo sobre los contribuyentes. Haber rechazado fusiones o adquisiciones entre bancos más allá de un tamaño prudencial, un tamaño que no ponga en peligro la subsistencia del sistema, hubiera evitado muchos disgustos a los contribuyentes evitando la socialización de pedidas. Si las instituciones no fuesen tan “sistémicas” permitir algunos colapsos sin duda haría que en el futuro  los depositantes, clientes o accionistas, vigilasen mejor sus propias inversiones. Aunque eso no exima de responsabilidad a las autoridades regulatorias.

Salvar a los países es harina de otro costal, pues en un sistema democrático en última instancia, los gobiernos son los responsables, y estos son consecuencia directa de la voluntad popular, por tanto, teóricamente, las desgracias que les sobrevengan a los ciudadanos son responsabilidad de los propios ciudadanos… Todos sabemos que esto es una falacia. La posibilidad  de influir en los procesos de tomas de decisiones políticas y económicas es prácticamente nula. Esto es una clara prueba de que el actual sistema político adolece de fallos muy graves y que determinadas decisiones económicas o políticas de carácter esencial y técnico deben ser tomadas por centros de decisión que no dependan de un aleatorio sistema electoral. Un sistema que obvie consideraciones  personales o de interés de partido. Esto teóricamente es así, pero al igual que en el caso anterior todos sabemos que no es así. A las propias tendencias de la naturaleza humana hay que ponerle unas limitaciones. A nadie se le ocurriría seleccionar a un cirujano por su buena presencia, simpatía o buenas promesas.  Comprendo que decir esto hoy en día resulta anatema, pero no por ello deja de ser algo obvio,  si queremos evitar males mayores debemos introducir cambios en dichos procesos políticos de toma de  decisiones, para que no aparezca “el cirujano de hierro” que nos acabe esclavizando.

Grecia siempre estará ahí, los que me producen pena son los griegos, en especial los sensatos, que los habrá, aunque no sean mayoría, ciudadanos que habrán de sufrir las veleidades de una clase política y un sistema que les llevará a un sufrimiento mayor que el que han tenido que sufrir hasta ahora. Aunque Europa, de hecho, acabe olvidándose de lo que han recibido hasta ahora, no podrán sobrevivir sin nuevos flujos de fondos comunitarios.  Los gobernantes de la UE no deben bajo ningún pretexto, si quieren que la UE sobreviva,  proporcionarle oxigeno al actual estado griego. 

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