Está el mundo oscuro tratando de buscar una explicación al hecho de que, otra vez, un año más, las calles y plazas de España se hayan llenado de personas, de todas las edades y clases sociales, acompañando los pasos y procesiones de la Semana Santa. Porque el mundo oscuro no entiende que, aparentemente, cuanto mayor es la devastación que han producido los enemigos de la civilización, con más facilidad brotan nuevos motivos de esperanza en que esa civilización continúe viva. ¿Es paradoja o contradicción?
Ambas realidades son ciertas. El destrozo ha sido y sigue siendo monumental. Algo nos dice que muchas de las cosas que hemos perdido ya nunca volverán. El decoro, la elegancia, la exquisita educación, la paciencia, el honor… Probablemente sean ya especies del pasado. Las pantallas (donde ustedes están leyendo esta columna) nos han trasladado a un mundo distinto donde la prisa y el ocio fácil han aniquilado en buena medida todo aquello.
Pero Dios tiene siempre un domingo de resurrección para cada viernes santo por el que atraviesa la humanidad. Y de igual modo que junto a la invasión desmedida de inmigrantes musulmanes en Europa han llegado gobiernos patriotas y de claras raíces cristianas, tenemos en España grandes motivos para la esperanza. Y curiosamente, algunos de ellos tienen como vehículo conductor esas pantallas a las que antes aludía.
La democracia representativa, que sigue tan enferma como casi siempre, cuenta ahora con otra «democracia» alternativa, difícil de controlar, espontánea, probablemente más juvenil que senior. Es la democracia antiwoke que se expresa en los nuevos medios y en las redes sociales; sí, ese terreno que inicialmente parecía diseñado justamente para acabar con todo rastro de libertad. Es ahí donde se está cocinando ahora el caldo de la opinión pública.
Y por supuesto que el mundo oscuro sigue obrando contra el bien, la belleza y la justicia. No nos quepa la menor duda de que cada vez será peor la forma totalitaria, asfixiante y criminal con que tratará de convertirnos en esclavos de sus demencias y aberraciones. Pero la diferencia es que ahora tiene enfrente una fuerza contestataria de más vigor, un movimiento espontáneo que se resiste a morir y a ser esclavo; tiene enfrente el orgullo de seguir perteneciendo a una civilización que es superior, que siempre lo ha sido.
Hay una juventud pujante y un movimiento boomer inquieto y peleón que se han levantado a la vez contra la siniestra dictadura woke. Y que reivindican nuestra identidad común, aún con nuestras diferencias. Que levantan ya la Cruz sin miedo alguno, porque reconocen en ella el símbolo de paz y de unión que siempre tuvo. Que hablan de la familia sin miedo a que les tachen de antiguos, porque es en ella donde residen casi todas las certezas del hombre.
Dios tiene siempre un domingo de resurrección para cada viernes santo. Y sin caer en optimismos pueriles, sí debemos fijarnos en este despertar colectivo que algunos no creíamos que pudiéramos ver de nuevo. Este despertar de la dignidad y de la libertad frente a ese mundo oscuro que se va quedando pequeño, roto, herido de muerte porque le faltan la razón y la Verdad.
Feliz Domingo de Resurrección a todos.