Estamos oyendo hablar de ello desde hace ya tiempo. Pero, cuando ha cumplido 38 aƱos en este 2016, quienes pensamos que esa revisión es imprescindible en varios de sus TĆtulos y su articulado creĆamos que podrĆa llegar el momento de plantearse el tema con seriedad e iniciar el proceso que la propia Constitución determina para ello.
Sin embargo, no contĆ”bamos con un elemento esencialmente perturbador para poder llevar a cabo tal revisión: el descrĆ©dito sin paliativos de una clase polĆtica, la espaƱola que, desde1978 hasta aquĆ, ha ido deteriorĆ”ndose, desprestigiĆ”ndose, viviendo en su propia burbuja partitocrĆ”tica y, asĆ, alejĆ”ndose dĆa tras dĆa y cada vez mĆ”s de los anhelos y las necesidades de los espaƱoles, convirtiĆ©ndose en el mayor obstĆ”culo para que esa revisión pueda hacerse con la garantĆa del mĆ”s amplio acuerdo polĆtico. Ćsta es una realidad incuestionable que hoy son muy pocos los que se atreven a negar.
Si analizamos con objetividad y cierto sentido comĆŗn por quĆ© hemos llegado a la conclusión anterior la respuesta es bien sencilla: ese deterioro y desprestigio paulatino es en el que han incurrido a lo largo de estos 38 aƱos, fundamentalmente, los dos partidos de mĆ”s amplia base electoral en EspaƱa, esto es, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero EspaƱol. Los dos, y sobre todo en estos Ćŗltimos 12 aƱos, han visto cómo esa base electoral ha disminuido de forma exponencial en toda EspaƱa y no debido precisamente a su virtuosismo polĆtico, ni a sus realizaciones, ni a las ilusiones despertadas entre sus votantes.
Quiero dejar muy claro antes de continuar que la decadencia paulatina de ambos partidos no surge desde hace sólo 12 aƱos. Los espaƱoles que vivimos todos estos aƱos (desde 1978) y Ć©ramos adultos entonces y nadie nos ha tenido que contar nada, ni hemos tenido que buscar referencias en nuestros padres, en nuestros amigos o documentos que nos enseƱen esta parte de nuestra Historia, hemos sido testigos presenciales de esa decadencia. No es momento Ć©ste de narrar la pequeƱa historia del desplome y la desaparición de la famosa UCD de Adolfo SuĆ”rez; ni el triste final del PSOE de Felipe GonzĆ”lez con su terrorismo de Estado, sus incontables casos de corrupción que dejaban atónitos a los espaƱoles, su ideologĆa cada vez mĆ”s izquierdista en el Ć”mbito social, la necesidad de reabrir el guerracivilismo y el miedo para ganar sus Ćŗltimas elecciones y terminar con un paro cercano al 23%; ni precisamos referir el mandato del PP de Aznar que, si bien obtuvo algunos Ć©xitos importantes como su lucha contra el terrorismo (con la ley en la mano), sus logros económicos hasta conseguir que EspaƱa cumpliera con todo lo que exigió Maastritch para poder formar parte de la zona del euro, y codearse con los mĆ”s importantes lĆderes del mundo occidental, cedió demasiado en su primera legislatura a los nacionalseparatistas vascos y catalanes y acabó con una gestión desastrosa cuando EspaƱa sufrió el mayor ataque terrorista -aĆŗn por aclarar- de toda su Historia, dejando como su heredero en el PP a un seƱor llamado Mariano Rajoy.
Todo lo anterior, repito, forma parte de la decadencia paulatina de ambos grandes partidos. Y esa decadencia se aceleró con la llegada al poder de RodrĆguez Zapatero y, despuĆ©s, de Rajoy. Con la particularidad de que PSOE y PP siguieron siendo ciegos, sordos y mudos ante los desafĆos de la ETA, primero, y de la rebeldĆa polĆtica de unos mandatarios catalanes que se pasan por el arco del triunfo cualquier tipo de resolución judicial, provenga de donde provenga.
RodrĆguez Zapatero, aquel ābobo solemneā que, a travĆ©s de su ingenierĆa sociopolĆtica, consiguió que el PSOE siguiera siendo rechazado de forma general por los espaƱoles en 2011, puso los cimientos para que surgieran en EspaƱa los grupos y movimientos antisistema que lo que pretenden hoy es la voladura total del rĆ©gimen basado en la Constitución. Por tanto, no quieren ni oĆr hablar de ella sino crear la suya, como lo hizo Castro en Cuba o Hugo ChĆ”vez en Venezuela.
Este RodrĆguez, ademĆ”s de hacerle a EspaƱa un daƱo que serĆ” muy difĆcil de reparar, consiguió hundir a un Partido como nadie lo habĆa logrado antes, salvo quizĆ”s el procomunista NegrĆn en la Guerra Civil. Sus convicciones se basaban mucho mĆ”s en sus sentimientos de rencor y revanchismo Ā contra la derecha espaƱola āheredera para Ć©l del fascismo y del franquismo- que en la ideologĆa de un supuesto partido socialdemócrata. Por eso acabó llevando al PSOE a ser barrido electoralmente por esa tambiĆ©n supuesta derecha representada por el PP de Rajoy.
En cuanto a este Ćŗltimo, con una mayorĆa absoluta como jamĆ”s se habĆa logrado en EspaƱa en los Ćŗltimos 38 aƱos en todas las Administraciones, ĀæquĆ© fue lo que hizo con ella? Dedicarse, sĆ, a salvar a nuestro paĆs de la ruina económica en que la dejó RodrĆguez para evitar el famoso ārescateā que todos veĆan inevitable. Pero, ĀæquĆ© hizo en el plano de las polĆticas que una gran mayorĆa de espaƱoles reclamaban para deshacer, terminar o, al menos, modificar las barrabasadas cometidas en el perĆodo anterior? Pues no hizo nada, absolutamente nada. Por el contrario asumió la prĆ”ctica totalidad de las mismas, convirtiendo al PP de centroderecha en un partido socialdemócrata radical en cuanto a las impresionantes subidas de impuestos con las que siguen asfixiando cada vez mĆ”s a las clases medias y manteniendo toda la revanchista legislación socialista y de gĆ©nero, en la que los intereses de algunas minorĆas priman sobre el interĆ©s general y el bien comĆŗn. El Congreso del PP celebrado en Valencia en 2008 ya fue todo un sĆntoma de lo que Mariano Rajoy deseaba. Aunque lo revistiera de actitudes que hicieron pensar a muchos que el PP seguirĆa siendo un partido de centroderecha.
A partir de 2008 fueron surgiendo los movimientos antisistema como consecuencia de la negación del PSOE de la existencia de una crisis económica brutal y sus dramĆ”ticas consecuencias de paro, desahucios, pobreza y recortes económicos. En CataluƱa, otro partido que era admirado por los espaƱoles decidió dar el paso para convertirse en otro de Ć”mbito nacional. Unos y otros competĆan con el PSOE y el PP para compartir la tarta del poder.
En las elecciones de diciembre de 2015 el PP y el PSO, liderados por Rajoy y Pedro SĆ”nchez, sufrieron un descalabro electoral de enormes proporciones. Sus respectivos partidos sufrirĆan asĆ, con justicia, lo que los espaƱoles deseaban castigar: la enorme mediocridad de sus mĆ”ximos jerarcas. Si Ć©stos hubieran tenido el mĆ”s mĆnimo sentido de la dignidad polĆtica hubieran dimitido de sus cargos. No lo hicieron y EspaƱa estuvo sin gobierno durante casi un aƱo. Por fin los espaƱoles se decantaron por āel mal menorā representado por el PP. Y este partido, para poder gobernar o hacer que gobierna, ya estĆ” cediendo a las presiones de lo que queda del PSOE, de las ambiciones insaciables de los nacionalseparatistas ācon desplantes, ofensas, manipulaciones históricas, dogmatismo inculcado incluso a pĆ”rvulos y rebeliones incluidas-, asĆ como a las medidas que le exige el llamado āpartido naranjaā en su pacto de gobernabilidad.
Con estos mimbres, con una situación caótica en el PSOE y con un PP que ha perdido el rumbo de su ideologĆa supuestamente liberalconservadora āque Rajoy desechó en aquel Congreso de Valencia-, ĀæquĆ© clase de revisión se puede hacer de la Constitución? ĀæDe quĆ© puƱetas nos estĆ”n hablando y hablando tantos medios de comunicación sobre esa necesaria revisión? ĀæNo se dan cuenta de que lo primero que tienen que hacer estos dos partidos es reconducir sus propias ideologĆas y cerrar la gravĆsima crisis que padecen? Son ellos los primeros que tienen que revisarse a fondo y a sĆ mismos. Son ellos los que, si no fueran mĆ”quinas de crear sumisos militantes y cargos pĆŗblicos, se renovarĆan para refundarse, para ser lo que deberĆan ser: un partido socialdemócrata moderno y sin ataduras revanchistas ni marxistas, y otro liberalconservador sin complejos de inferioridad ante las izquierdas y. mucho menos, ante la rebelión, que ya clama al cielo, de los nacionalseparatistas.
Si algĆŗn dĆa lo consiguieran ācosa que dudo mucho cuando el PSOE ya no es ni Obrero ni, en muchos casos, EspaƱol, ni el PP representa al centroderecha- es cuando se podrĆ” comenzar a hablar de revisar la Constitución. Pero es tal el desconcierto polĆtico con el que vivimos en EspaƱa ātambiĆ©n en Europa, por supuesto- que no me extraƱarĆa que en estas gravĆsimas circunstancias alguien, o algunos, se atrevieran a dar ese paso aunque lo que consiguieran fuera otra chapuza nacional de imprevisibles consecuencias.
Nada, nada; sigamos hablando de revisar la Constitución mientras el PP y el PSOE ni sabemos hacia dónde se dirigen polĆticamente, ni cuĆ”les son sus verdaderos objetivos estratĆ©gicos, ni si son capaces de unirse para defender la unidad de EspaƱa y terminar con la rebelión de los separatistas y, ni siquiera, si estĆ”n de acuerdo en definir exactamente cuĆ”les son los artĆculos a revisar de la Constitución y en quĆ© sentido deberĆan ser revisados. Estas carencias son las que ocurren en el seno de ambos partidos mientras separatistas y el movimiento antisistema saben perfectamente lo que quieren, cómo lo quieren e, incluso, cuĆ”ndo lo van a conseguir.
Todo un Ć©xito de una clase polĆtica āen este caso la espaƱola- en plena decadencia como consecuencia de haber sido ciega, sorda y muda durante dĆ©cadas frente al nacionalseparatismo de siempre y a los nuevos movimientos de la extrema izquierda vieja, caduca, demagógica, pero que arrastra tras de sĆ a los mĆ”s desfavorecidos económica y culturalmente
¿Es asà posible revisar la Constitución?
Enrique DomĆnguez MartĆnez Campos
Ā
Coronel de InfanterĆa DEM (R)