«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Ribó el pastor y su rebaño

2 de noviembre de 2015

Nos quiere liberar el alcalde ecologista de Valencia, Joan Ribó, de la sujeción al Crucificado en un tiempo en el que se rechaza la cruz; incorporarnos a espacios “neutros”, convirtiendo las capillas de los cementerios en salas de “ceremonias multiconfesionales” y prohibiendo la visibilidad de símbolos cristianos hasta declarar la guerra a lo venerado por el pueblo. En su deliberado esfuerzo por contrarrestar una religión que le molesta, organiza a la misma hora de la misa de Todos los Santos un acto de desagravio a los represaliados por el franquismo para abatir con saña no ya a sus enemigos (el acto antifranquista se hizo en abril otros años) sino a sus propios delirios de arrogante ideología, a sus fantasmas de orgullo y resentimiento.

Este peligroso personaje quiere pastorear un rebaño distinto al cristiano, ser el pastor de las ovejas de otro redil. Pero para lograr su objetivo (el bienestar de todas las ovejas) y “aumentar el grado de libertad” (degradándola al suprimir los símbolos religiosos) sacrifica el rebaño cristiano, destruye la identidad y singularidad de un pueblo, sembrando a capricho la cizaña con su actitud arbitraria, sin importarle credos y costumbres, con clara vocación “totalitaria”, como con justicia lo ha calificado el nuevo arzobispo de Burgos, monseñor Fidel Herráez. Las medidas secularizadoras y laicistas de Ribó, en su pretensión de confinar la fe al ámbito privado, de alterar y revertir la identidad cristiana de un pueblo, sólo pueden manifestar desprecio y abierta confrontación hacia la Iglesia, amén de una inmensa torpeza política al caminar por delante de las demandas mayoritarias de la sociedad. En su esfuerzo por disolver una comunidad histórica de valores, por camuflar un patrimonio cristiano secular, se encuentra el fracaso de su propia acción política de gobierno.

¿Por qué el poder se obstina en caminar cegado por la ideología? ¿Ha reprobado el pueblo valenciano los símbolos cristianos en el tanatorio y la imagen de la Virgen de la capilla del cementerio? ¿Por qué se impone desde el poder político el expolio de símbolos que forman parte de la vida de los pueblos y han arraigado de modo natural en la sociedad? ¿Se puede gobernar sin contar con la fe mayoritaria de un pueblo, con las creencias religiosas de esa comunidad, atacando la fe de los ciudadanos, abriendo un “frente católico” desde la sacralización del poder político?

Decía santo Tomás de Aquino que el poder presupone una idea determinada del hombre de la que se deduce su finalidad. El gobierno que preside Ribó no disimula su aversión hacia lo cristiano; su exultante laicismo supone la equívoca aceptación de la deserción cristiana de la sociedad; su idólatra pastoreo permanece cegado, al no querer ver el patrimonio de una sociedad que no rechaza sus raíces a pesar de la secularización, inspirada en la fe y el espíritu cristiano; su acción política no es susceptible de cualquier nueva normatividad cuando el esfuerzo secular de los cristianos ha cristalizado desde hace muchos siglos en símbolos, ritos, costumbres y tradiciones. No es libertad interferir en la vida religiosa de los ciudadanos al verse privados de la visibilización de los símbolos en que necesita expresarse su propia fe. Retirar los símbolos religiosos significa impedir el espacio libre ocupado por la religión. El Estado debe reconocer una estructura fundamental de valores cristianos. Reconocer el lugar que se pisa no puede perjudicar a la pluralidad religiosa.

Ribó tiene garantizado el fracaso político cuando gobierna desde el pensamiento ideológico y desde el odio. Cuando las vivencias religiosas comunitarias están arraigadas y el poder las modifica sólo la aparición del modo de pensamiento ideológico puede silenciar la expresión pública de la fe de un pueblo, la visibilidad de sus símbolos y las creencias religiosas. Cuando el lugar de la religión lo ocupa la política se produce la degradación del poder, la vuelta a las dos Españas que guerrean desde el siglo XIX como los hijos de Edipo por no querer reinar juntos.

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