Estaba el Papa Francisco
Aguardando a la señora
Embajadora de España
Que llegó de negro toda,
Con peineta sevillana
Y la mantilla española.
Se adornaba la mujer
Con una banda preciosa
De seda o de moaré
Que le hacía aún más reinona.
El Papa, sotana blanca,
La señora embajadora
De estricto negro zaíno
Como los cuervos de Algorta.
Sombras de Antonio Garrigues,
De Paco Vázquez, las sombras
En el Palacio de España
Susurraban de sus cosas,
Cuando España le enviaba
Al Papa, Obispo de Roma,
Embajadores creyentes,
Y no gamberras incómodas
Y enemigas obsesivas
De enseñanzas religiosas.
El Papa la recibió
Con sonrisa acogedora,
Una sonrisa Papal
Mezclada con risa floja
Al comprobar el aspecto
De la nueva Embajadora.
Ella siempre presumió
De anticatólica y roja,
Pero le surgió de golpe
La emoción de las folclóricas
Y escapó tres lagrimillas
Por su cutis de amapola.
-En nombre de Pedro Sánchez,
Santidad, ahí va esta nota
Que acredita que ya soy
Ante Vos, la embajadora
Del noble Reino de España
Y sus antiguas colonias-.
-¿Y qué colonias son esas?-
Preguntó el Papa con sorna.
-El País Vasco y Cataluña,
Santidad, que está en la inopia,
O en la luna de Valencia,
O el salón de La Moncloa-.
En la charla posterior
A la entrega de la nota,
El Papa le preguntó
Por España en un idioma
Que al principio no entendió
La señora embajadora.
-Santidad, ¿qué lengua habla?-
-En mi opinión, la española,
La lengua que usted prohibió
En su Ley educadora-.
Entonces ella, educada,
Diplomática, burlona
Le dijo: —Su Santidad
Creí que hablaba de coña—.
Porque Isabel es así,
Directa, brusca y molona.
Abandonó el Vaticano
De negro, algo más tetona,
Se libró de la peineta
Y la mantilla española,
Y en el Palacio de España
Entre las insignes sombras
De grandes embajadores
Conectó con La Moncloa.
—Pedro, ha salido muy bien.
Me ha dicho el Papa que ahora
No puede venir a España
Ni a sus antiguas colonias.
Que le dan miedo Feijóo,
Ayuso, Abascal, y Olona,
Y que te manda un abrazo
Tanto a ti como a Begoña.
Que tengas mucho cuidado,
Que la ultraderecha asoma
Su nariz por las esquinas
Y no hay que tomarlo a broma.
Y que has elegido bien
A tu nueva embajadora.
Este Papa es guay, rechupi,
Y la embajada es preciosa,
Y el sueldo, una maravilla,
Y Roma, Pedro, es la monda.
Si me quitas este chollo
Puedo armártela muy gorda—.
Y tengo que terminar
Porque mi alma se emociona.