«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Se nos rompió el amor

23 de abril de 2015

Divorciarse es fatal. El ocaso del romanticismo. ¡Tan Enrique VIII!… y todos saben cómo acabó Ana Bolena. La ejecución de los amores imposibles. 

Hoy Ashley Hamilton lo habría tenido tan fácil como decirle a Melania

-Mira Melita, quiero el divorcio, me voy con Escarlata, ya he hablado con los abogados, me quedo en los Doce Robles y quiero la custodia compartida. 

Y a Melita no le habría quedado otra que envainársela, Escarlata nunca se habría puesto el traje rojo de la vergüenza y el capricho habría terminado peor que la séptima boda de Liz Taylor: Con Ashley compuesto y de vacaciones en un crucero para singles. 

El divorcio finiquita el trajín de las pasiones prohibidas. Ya no habrá más Anna Kareninas lanzándose en brazos de las vías del tren, tampoco Condes Vronskis pervirtiendo a inocentes damiselas, no habrá amistades peligrosas, ni maridos resignados que aguanten con estoicismo la cornamenta. 

No habrá señoras en Oviedo confesándose de sus pecados ni clases de piano a las que finjan acudir para encontrarse con su amado. Por no haber, no habrá ni sevillanas de tronío: “Me decía que iba a misa mare y me engañaba…” Nada hay más deseable que lo imposible. Las fugas han dejado de tener todo sentido. Como los niditos de amor, las secretarias, las mantenidas, los bastardos ó los suicidios por envenenamiento. 

Esto, además de ser una tragedia para el amor en general y para los amantes en particular, es una desgracia sin parangón para los escritores. ¿Qué sería hoy de D’Annunzio sin el calor abrasador del remordimiento de L’Innocente? ¿Y de Clarín y su Regenta? El trío de Sándor Márai carecería de interés. Hoy los amores son incandescentes.

Nuestra historia sería otra si Serrano Súñer no hubiese caído rendido en las aristocráticas – y un poco ligeras- redes de la musa de Balenciaga. Ni encuentros clandestinos en Lhardy, ni niño muerto y nos habría dejado a todos sin el culebrón de la Transición, lo mejor sin duda de todo el proceso: el amor incestuoso e imposible de Carmen Díez de Rivera y su hermano e hijo del ministro. 

Hay que reconocer que para eso los franceses son mucho más civilizados que nosotros, con divorcio ó sin él, siguen manteniendo las costumbres y hoy en día es posible vivir con apasionamiento las escapadas del motero y primer ministro francés con una corista made in siglo XXI. 

Por eso es de agradecer, en un mundo ajeno al escándalo, la existencia de Olvido Hormigos. Olvido Hormigos es a nuestro tiempo la personificación de la Hija de Ryan, siendo Telecinco el escenario de su lapidación en lugar de un pueblecito irlandés de pescadores y Jorge Javier Vázquez el sacerdote que trata de encaminar a la pecadora. Y el marido, estoico es. 

 

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