Desde que Rubalcaba anunció que se iba, la morriña de Rajoy nos ha proporcionado momentos lirico políticos dignos de figurar en los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, de Pablo Neruda. Soplando la gaita de las ausencias, cuyo sonido es tan triste como un mar de invierno y como la lluvia sobre la mujer que nos abandona, Rajoy le ha escrito a Rubalcaba unos madrigales que, en la cantina de tropa de los socialistas en Ferraz, han debido provocar un tsunami de cachondeo maquillado, eso sí, de respeto institucional y severa seriedad política. El último lamento del presidente del Gobierno ha convertido a Rubalcaba en la Lilí Marleen de Rajoy.
En la clausura del macrobotellón del relativismo ideológico que es el Campus FAES, Mariano Rajoy evocó a Rubalcaba más que como una novia que guarda ausencias, como una viuda. Ojalá – exclamó -el sustituto de Rubalcaba mantenga una posición similar a la de él en el tema catalán. Qué dulce es la memoria cuando se derrama sobre el epitafio, la necrológica y la despedida. Porque la postura de Rubalcaba en el tema catalán es exactamente la misma que la que adoptó Zapatero, el Kerensky que le dio alas y recursos al proceso independentista al abrirse de capa ante Pascual Maragall prometiéndole aprobar en Madrid todo lo que él bendijese en Barcelona. Barra libre y que a los independentistas no les falte de ná. Esa fue la consigna y la postura de Rubalcaba desde el Gobierno, del que formó parte, y desde el partido que ahora abandona al borde de uno de los catetos del Triángulo de las Bermudas, que ya se tragó a Pere Navarro, el alabardero de Rubalcaba en Barcelona que, con tanto cambio de postura del PSC respecto del proceso secesionista, acabó descoyuntado. Como España, a la que el PSOE y el PP están dejando como un ser invertebrado pero sin un fisioterapeuta como Ortega que la recomponga, porque los de FAES solo leen a Azaña y los herederos de Rubalcaba a Manu Chao y a Joaquín Sabina, los intelectuales de cabecera de Zapatero.
A Rajoy, en su despedida de Rubalcaba en FAES le faltó cantar la estrofa que dice: «Nuestras dos sombras parecían una sola. Adiós, Lilí Marleen »