«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.
Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.

Sánchez tiene un proyecto y el PP, no

10 de diciembre de 2024

Pedro Sánchez tiene un proyecto. Ese proyecto no es sólo mantenerse en el poder (aunque, evidentemente, esto forma parte de él). El proyecto de Sánchez es transparente porque lo ha mantenido desde que llegó a La Moncloa, y ya son más de seis años. Muy sumariamente, el proyecto de Sánchez consiste en deshilachar la unidad del Estado y caminar hacia una cierta confederalización, ahormar la economía nacional según las exigencias de la Unión Europea y sus imperativos «globales», modificar la política exterior para que los objetivos de las instituciones supranacionales a las que pertenecemos (OTAN y UE) primen sobre los objetivos propiamente nacionales, cambiar el mapa social con la inmigración masiva y reformar los consensos sociales para que la vida colectiva gravite en torno a las temáticas autodenominadas «progresistas» (aborto libre, «matrimonio» homosexual, ideología de género, «memoria histórica», etc.). En los ambientes críticos es habitual reprocharle a Sánchez frivolidad e improvisación, como si todo lo que está haciendo fuera una colección de acciones incoherentes. No, en absoluto: si se mira con la perspectiva de estos seis años, todo lo que ha hecho es enteramente coherente con esos objetivos. Todo: la cifra de inmigración ilegal más abultada de nuestra historia, la abstención de tomar de decisiones de Estado en nombre de la «co-gobernanza», las cesiones sin fin a los separatismos, la política de sumisión hacia Marruecos, la transformación del «fanatismo climático» en nueva ideología del poder, la obediencia ciega a la OTAN en materia de defensa, la renuncia a una política energética nacional, etc. Todo es coherente, sí. También es coherente lo que ha anunciado que quiere hacer, como fragilizar aún más el lazo nacional y golpear la Constitución hasta que encaje en el nuevo molde.

Ese es el proyecto de Sánchez. Que, ciertamente, no es sólo suyo, sino que bebe en el mismo consenso donde abreva la mayor parte de la clase política europea. Comparad las líneas generales de su política con las de Francia o Alemania y hallaréis asombrosas coincidencias. Pero volvamos a lo nuestro: si Sánchez es nocivo para España, no es porque sea un insensato sin escrúpulos, narcisista y ególatra (que también), sino porque su proyecto significa la progresiva desconstrucción de España como estado nacional, como sujeto soberano. De donde se sigue que lo que hay que combatir no es tanto al personaje como a su proyecto. Ahora bien, la pregunta es si el principal partido de la oposición representa realmente una alternativa al proyecto en cuestión.

La gran flaqueza del Partido Popular como oposición es que, poco a poco, ha ido asumiendo como propios muchos capítulos del programa de Sánchez. La zozobra de la cúpula de Génova cuando se le plantea alguna cuestión de carácter doctrinal es más que evidente: no están a gusto en ese mundo. No están a gusto porque coinciden en demasiadas cosas con Pedro. Por otra parte, en las últimas semanas hemos escuchado a numerosos líderes nacionales y regionales del PP pronunciarse a favor de una ley de plazos para el aborto, reivindicar las políticas «contra el cambio climático» y, aún más, abonarse a la dinámica disgregadora abanderando la imposición de lenguas regionales como el catalán sobre el español o, rizando el rizo del disparate, apadrinando la introducción del «estremeñu», la «llingua» asturiana y el «habla andaluza». A medida que pasa el tiempo, el PP va acomodándose al estado de opinión que el PSOE impone.

Ha sido siempre así, es verdad, pero antes, al menos, había un cierto disimulo y, además, se escuchaban otras voces. Ahora, no. Ahora la opinión predominante en los portavoces del PP es indistinguible del PSOE en todas esas cosas esenciales. El PP no está contra la inmigración masiva (sólo pide más dinero para gestionarla). El PP no está contra el desmantelamiento del campo pilotado desde Bruselas. El PP no está contra la progresiva extinción de la soberanía nacional en materias clave. El PP no está contra las políticas «climáticas» ni contra la dependencia energética. Antes, hace muy poco tiempo, aún decía que defendía la unidad nacional, pero también en eso ha terminado cediendo al paso que imponen sus propios barones y baronesas regionales. Viva el «estremeñu». Y con perspectiva de género. El PP se está convirtiendo en algo así como el ala pija de la izquierda woke.

No es verdad que el PP y el PSOE sean lo mismo. Lo que pasa es que el PSOE sabe lo que quiere (ese proyecto de Sánchez que ha fagocitado por entero las siglas del partido) y el PP no lo sabe, más allá de cambiar a Sánchez por Feijoo. Por eso, en España, el principal partido de la oposición no es verdadera oposición.

¿Podría el PP cambiar de orientación? Es francamente difícil. El PP es un partido de poder, enteramente inmerso en las servidumbres propias y ajenas que la política española ha venido acumulando durante cuarenta años. Vive en esa pecera y fuera de ella le falta el aire. Si alguien busca oposición, que mire hacia otro lado. Porque, no, no se trata sólo de cambiar a Sánchez: se trata de darle la vuelta a su proyecto, desconstruir la desconstrucción. Tarea de titanes, pero la única que hoy vale la pena.

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