Hace unos días salió una noticia que podía contribuir a la guerra generacional o simplemente al asombro. Casi el 40% de hombres en España entre 55 y 64 años no trabaja. Podíamos presumirlo por la edad, pero se subrayaba que tampoco estudian. Son, pues, ninis. Ninis mayores.
Los ninis juveniles despertaron mucha literatura, a menudo acusatoria. Eran el anticipo de algo muy malo; estos ninis carrozones, ¿son la confirmación?
La situación no es buena porque se supone que el hombre alcanza a esa edad una plenitud intelectual.
Bien es verdad que la más precisa observación de esta generación, los llamados boomers (aunque hay Generación X entre los ninis), nacidos en el Baby Boom, invita a la prudencia. La estupidez de algunos búmers es acumulativa y no decae. Quizás esto pasó siempre, solo que ahora los jóvenes airados ponen la lupa (el zoom… son zoomers). Para ellos, los búmers son en sí mismos negativos, productores de caos. No es que estén gagás, sería algo peor. Son vistos como seres generacionalmente parásitos, con un marco mental parasitario: arruinar lo heredado, joder lo transmisible.
Su ninez (la condición de nini viejo) puede ser explicada por el desmoralizante desempleo de larga duración. La competencia de los bajísimos sueldos de los jóvenes les vuelve como bumer-án. Se encuentran atrapados en el mundo construido por su generación.
La situación también puede explicarse por las prejubilaciones o el subsidio para mayores de 52 años. La dependencia del Estado intensifica así una tendencia propia de la edad que más que conservadora se hace morbosamente servil.
Más de un tercio de la experiencia acumulada del hombre español no se utiliza. Esto es sorprendente. El 40% ve la vida desde no sabemos qué lugar. En Japón, donde se adaptan a la modernidad a la miyagui, de modo singular, ha surgido un servicio de alquiler de hombres mayores, que allí llaman ossan. Esto podría ser una salida.
El negocio lo montó un japonés que decidió autoemplearse. Comenzó a ofrecerse para conducir, hacer una chapuza o acompañar a un restaurante. Luego se sumaron otros señores en alquiler (alquiler por horas, se entiende). No se trata de una página de contactos o relaciones, aunque el 80% de los clientes sean mujeres. Al principio ofrecían experiencia, consejos, puntos de vista, alguna específica maña, pero triunfó la variante del que escucha. Es lo que la gente prefiere. Un hombre con experiencia que acompaña en silencio (una posible definición de marido).
Con la convicción de que toda persona entrada en años tiene un punto fuerte, un conocimiento, algo que aportar, el negocio parece que prospera. Pone en contacto a personas solitarias con otras que no saben bien qué hacer.
¿Podrían nuestros ninis españoles buscar una alternativa así? Ninis búmeres (ninis añosos) quedando con señoras, probablemente charos, para ensayar situaciones domésticas, matrimonios que duraran horas… o jóvenes airados que los contrataran para templar sus puntos de vista, enseñarles cosas que solo enseña la edad como la paciencia, la flexibilidad, la prudencia o el desengaño. Ossan significa algo similar a tío, hermano de los padres.
Imaginemos el negocio: la posibilidad de contar por un instante, estipulando bien la actividad, con la mirada avuncular, apreciativa y escarmentada, ligeramente paternalista del tío, del tito. La abrumadora presencia de su fracaso vital, ¿no sería un aporte valioso?
Ahí fuera hay un caudal de bumerez asombroso e intacto (bumerez: madurez setentayochil), una fuente de energía paradójica. Es como una mina de algo. A lo mejor no de oro. De feldespato. Pero ¿por qué no aprovecharla?