«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona, 1981. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Periodista. Autor del canal de Youtube 'Alonso DM'.
Barcelona, 1981. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Periodista. Autor del canal de Youtube 'Alonso DM'.

Se llama violencia pasional

21 de diciembre de 2022

La violencia de género es una gran mentira. Ningún hombre mata o maltrata a una mujer «por el mero hecho de ser mujer». Un hombre que mata a una mujer lo hace por celos, por venganza, inducido por el alcohol o las drogas, para cobrar un seguro, ocultar otro delito o porque ha conocido a otra. Pero no por ser mujer. Tampoco a cualquier mujer. Eso es una burda mentira, una ridícula teoría política que no es que no tenga base científica alguna, sino que es totalmente anticientífica y antiempírica. Sin embargo, la mentira se ha repetido tanto y, sobre todo, se ha amenazado tanto al que disiente de ella, que se toma como verdad por propio interés, por pereza mental o para no meterse en problemas.

La violencia de género no existe. Lo que existen son géneros de violencia

La realidad es que nadie, salvo un determinado tipo de psicópata muy específico y casi inexistente en la población, mata a las mujeres por su condición de mujer. De hecho, en estos casos, se trata de asesinos en serie como el asesino del párking o Jack el Destripador, que matan a mujeres desconocidas pero, curiosamente, suelen dejar en paz a sus propias parejas. Tampoco nadie se limita a agredir a mujeres por serlo, sino que existe un determinado tipo de personas abusivas que lo son con mujeres, hombres, niños, ancianos, discapacitados y cualquier persona o animal sobre el que creen que pueden tener ventaja.

La violencia de género no existe. Lo que existen son géneros de violencia. El uso de la palabra «género» como sinónimo de «sexo» nació en EEUU por el empeño puritano del mundo anglosajón de evitar este último término, que es el correcto. A partir de ahí, se ha ido construyendo una gran fabulación hasta llegar a la locura actual. Una teoría tan frágil que sus defensores son incapaces de sostenerla en el tiempo sin cambiar su significado cada vez que sopla un nuevo viento ideológico. Primero era aquella violencia física ejercida por un varón contra su pareja o expareja femenina. Luego esto se tuvo que ampliar porque ese parentesco que recogía y sigue recogiendo la ley integral de 2004 es contradictorio con el enunciado «por ser mujer», y así se empezó a catalogar como violencia de género cualquier tipo de violencia ejercida por cualquier hombre contra cualquier mujer, sin importar si era su pareja o no.

Es mucho más certera y más útil desde el punto de vista práctico la expresión «violencia pasional», que engloba la violencia que nace de las pasiones

Pero tampoco esto duró mucho. Cuando el movimiento transexual (ahora llamado simplemente «trans») se hizo fuerte y se empezó a popularizar en los medios esa distinción entre sexo y género, también se dejó de hablar paulatinamente de violencia de género para empezar a hablar de «violencia machista», expresión que ahora está quedando en desuso en favor de su plural, «violencias machistas». A saber cómo involuciona todo esto en el futuro, pero es evidente que una teoría tan endeble desde el punto de vista intelectual, que sufre giros constantes en su significado y aplicación y que sigue siendo objeto de debate incluso entre los propios gurús del género, no puede traducirse en leyes, mucho menos en todo un sistema punitivo y entramado recaudatorio contra el varón heterosexual, con sus delitos de autor, sus tribunales de excepción para hombres y sus campañas masivas de adoctrinamiento y propaganda que, para colmo, no ha logrado reducir un ápice la violencia contra las mujeres, más bien todo lo contrario.

Es mucho más certera y más útil desde el punto de vista práctico la expresión «violencia pasional», que engloba la violencia que nace de las pasiones, concretamente de las bajas pasiones: la soberbia, la ira, la lujuria, la codicia, la envidia. Lo que vienen siendo los vicios capitales de toda la vida, que sin embargo hoy se promueven en todas sus modalidades y formatos, principalmente por las mismas corrientes feministas que dicen querer erradicar el mal de la sociedad.

Es completamente irracional pensar que la ideología del «porque yo lo valgo», cuyo cuerpo doctrinal se reduce a cuatro eslóganes individualistas que perfectamente pueden resumirse en «piensa en ti y haz lo que te salga de ahí» vaya a ayudar en algo a terminar con ningún tipo de delito o maltrato. Un asesino –y una asesina– mata principalmente para eliminar a alguien a quien considera un obstáculo insalvable en su vida. Eso es lo que promueve en última instancia el feminismo: la emancipación y liberación de todo y de todos. Llevado a sus últimas consecuencias, esa eliminación de obstáculos termina en el asesinato a tiros de dos niñas en Cuenca y posterior suicidio de su madre.

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