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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Semántica y demagogia

19 de mayo de 2016

Resulta incomprensible que se acepten sin una crítica generalizada, al menos por parte de los supuestos portavoces mediáticos, determinados mantras conceptuales, cuando resulta, como mínimo, que carecen de coherencia argumental o simplemente son conceptos contradictorios. Pero resulta que “venden” lo cual confirma la escasa capacidad crítica de nuestra sociedad y la responsabilidad agravada de aquellos que se erigen en portavoces de la misma,  sobre todo de aquellos que son responsables en último término de instrumentar esos medios política y económicamente.

Puede sonar anacrónico o desfasado el apelar a la moralidad y al respeto a la verdad, como obligación esencial de aquellos sobre cuyas espaldas reposa el privilegio de informar correctamente a los ciudadanos, y no venderse a causas partidistas o intereses económicos.

Evidentemente las ideologías dispares existirán y los diferentes puntos de vista, también, pero de ahí a tergiversar y encubrir, callar y manipular a la opinión pública, a sabiendas de falsedades y prejuicios evidentes, resulta uno de los defectos más graves de la falta de conciencia y responsabilidad de un amplio sector de nuestros medios de información, políticos y de control, sobre todo, teniendo en cuenta que se defiende como modelo político un sistema que pretende ser democrático, y que se basa casi en exclusiva, en el principio del sufragio universal, en que vale lo mismo a la hora de elegir a nuestros gobernantes el criterio, o falta del mismo, de un paseante por la calle que la de un doctor en medicina a la hora de decidir quién debe y de que operar al paciente.  

Tal uso del lenguaje para cautivar y embaucar a las gentes no es desde luego ninguna novedad, basta que recordemos las rotundas afirmaciones del genio de la comunicación nacionalsocialista: Goebbles, cuando afirmaba que las tropas “no estaban rodeadas” sino que habían adoptado la técnica de las “posiciones erizo” o las celebres “retiradas victoriosas del frente del este” o en un contexto más frívolo aquella publicidad que pregonaba la libertad: “viste como quieras viste jeans…” Lo malo es que dicho formato de tergiversación lingüística se está convirtiendo en omnipresente, sobre todo en las campañas electorales.

¿Cómo se puede decir sin ruborizarse que se elija al socialismo para el “cambio” cuando es el partido y la ideología que durante más tiempo a gobernado España? ¿Qué cambio? Para bien o para mal, el único cambio real sería el que propugnan los de Unidos-Podemos, que pretenden acabar con todo lo anterior y volver a ensayar una sociedad anarco comunista… Otra cuestión es si ese “cambio” (palabra que en si es absolutamente neutra) es para el “progreso”, otra falacia, si se considera progreso el llevar a España a una situación, en el mejor de los casos, a las dictaduras del los antiguos países del Este comunistas, la URSS o la vieja China, Cuba…de Venezuela prefiero no hablar, pues esa situación merece un capítulo aparte.

En resumen: inconcreción en el mejor de los casos, falsedad sobre falsedad, palabras sin contenido para cautivar a votantes, sin concretar ni programas ni ideas  ni métodos para imponerse electoralmente al adversario, sin pensar en que se puede acabar arrasando nuestra convivencia y bienestar… y sin embargo ¡Adelante publicistas! ¡Cambio, progreso, sí…! ¿A qué, como, hacia donde…?  ¡No nos moverán!  Consignas al fin y la cabo, palabras recipiente con el mensaje que se quiera.

 Lo cierto es que la atmosfera política en España está enrarecida, y los medios y las autoridades correspondientes, no parece que están haciendo nada por aclararla; para los que hemos vivido el final de la II guerra mundial, los últimos años del franquismo, la transición, y el salto adelante hacia una sociedad homologable con la UE, lo que está ocurriendo carece de sentido, es un “shock” psicológico,  es como si una locura se hubiera apoderado de una parte importante del pueblo español, y eso en sí, es mucho más grave que cualquier interrogante política: estamos hablando de una deriva decadente auto aniquiladora. Por una parte está la desconexión de la realidad por parte de un sector importante del electorado, una utopía infantil que se puede convertir en letal y por otra la destrucción de la cohesión nacional con el nacimiento de un espacio dominado por agresivos reinos de taifas.

   Resulta tan  incomprensible para una gran parte de la población española (europea también) lo que está ocurriendo, que se está viviendo como si no pudiera ser real, se escuchan las noticias, se siguen las tertulias, los medios están atrayendo la atención del público y con ello publicidad y entretenimiento, como si ante nosotros se estuviera escenificando una obra de teatro, en el fondo  subyace un ingenuo convencimiento de que al final todo se arreglará: como siempre… El recuerdo de la verdadera realidad histórica ha desaparecido de las mentes y de los libros de texto de bachillerato, nadie piensa que se pueda retroceder, y sin embargo la descomposición de nuestra sociedad sigue adelante, porque no hay reacción, la pregunta pertinente sería: ¿quién la quiere y porque?

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