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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Sésamo, ábrete

17 de febrero de 2015

El rey Juan Carlos ha presentado un recurso en contra de la petición del reconocimiento como hija suya de la ciudadana belga Ingrid Sartiau. El tema es muy serio puesto que, de ser cierta esa paternidad, tendría efectos muy perjudiciales.

La vida íntima de los reyes de la dinastía de los Borbones ha creado numeroso escándalos teniendo en cuenta que han sido reyes de un país tradicional y católico en los periodos más largos de su historia. Durante la etapa que va de Fernando VII a hoy han sido muchos los hijos ilegítimos debido a la lujuria insaciable de algunos de nuestros monarcas.

A las cuatro mujeres legítimas de Fernando VII se añadieron también algunas relaciones ilegítimas, no suficientemente probadas. En el caso de su hija Isabel y en el de su esposa Cristina sí tenemos datos fehacientes para saber que Cristina de Borbón, Regente de su hija, mantuvo relaciones con el Sr. Muñoz al que elevó al rango de Duque tras desposarse con él a la muerte de su marido. 

Los escándalos de Isabel II fueron clamorosos. Pasó mucho más tiempo en la cama que en el trono. Sus relaciones con varios de los generales de su ejército como Serrano, de varios aristócratas y políticos como el Duque de Bedmar o el Marqués de Loja, de guardias de Corps como Puigmoltó al que se atribuye la paternidad de Alfonso XII, además de cantantes, artistas y gente del vulgo crearon una imagen basada en la promiscuidad, por lo que no es de extrañar que durante la revolución del año 68 se despidiera a la reina por parte de los liberales exaltados al grito de “muera la puta”. 

Saltamos de ahí al caso de Alfonso XII, muy mitificado por la película “Dónde vas triste de ti”. Su matrimonio con Mercedes, prima consanguínea, hija del duque de Montpesier se vio siempre bajo la luz del romanticismo por parte del pueblo español. Sin embargo, el rey tenía ya como amante a la cantante Elena Sanz de la que tuvo dos hijos que fueron luego un problema en la ley sucesoria dado que el rey falleció antes de tener a su hijo póstumo Alfonso XIII.

¿Y qué decir de este niño al que su madre, Cristina de Habsburgo, decidió educar en la vida sexual a través de la duquesa de Santoña que fue su primera amante, a los 16 años de edad?

 Poseído de una rijosidad irrefrenable el rey tuvo también relaciones con numerosas actrices, cantantes e incluso bailaoras, pero sobre todo fue muy conocida su relación con Carmen Moragas, a la que no compró un piso como entonces se hacía sino todo un palacete ajardinado teniendo con ella dos hijos a los que iba a visitar con cierta frecuencia. Estos dos hijos, Mª Teresa y Leandro Alfonso de Borbón, a los que llamaban “las dos pesetas” por el parecido con su padre, sí tuvieron aspiraciones a ser reconocidos y en el caso del célebre Leandro Alfonso ha pretendido situarse a través  de su apellido entre los miembros de la Casa Real. 

La situación ahora es sin embargo distinta. Al tener ya como monarca a Felipe VI, la aparición de los hijos ilegítimos del Rey Juan Carlos puede ser muy nociva para la continuidad de la Corona y sin duda va a dar alas a los republicanos de siempre para mover la silla del trono.

La vida íntima de Juan Carlos de Borbón es, por desgracia, mucho menos íntima de lo que lo fueron las de sus antepasados. Ya siendo rey se produjeron varios escándalos a nivel social que comprometían al monarca en cuanto a la fidelidad matrimonial y a la frecuencia de peleas internas por este motivo, con algún viaje de la Reina Sofía al extranjero y con algún escándalo privado que tuvo que taparse con dinero. Haciendo un pequeño juego de palabras hay que reconocer que la voracidad del Rey llegó a ser bastante bárbara (rey)

Se comprende muy bien que un hombre como Juan Carlos, alto, simpático, agradable y encima Rey no tuviera ninguna dificultad para obtener de las mujeres lo que deseara, y que al grito de ¡ábrete sésamo, ábrete! desde princesas alemanas hasta porno actrices españolas se pusieran en sus brazos. 

Si los españoles queríamos “una sociedad más libre y más abierta (de piernas)”– como escribió entonces el joven poeta Guillermo Carnero- no hay duda de que el Rey Juan Carlos fue de los primeros en lograrlo.

Sin embargo esa enfermedad del deseo cumplido puede pasar una alta factura al que con mucha dignidad dejó de ser Jefe del Estado –aunque no rey- y a quien pudieran lloverle ahora las acusaciones más peregrinas por algunos de los errores de su vida personal mientras fue el democrático monarca de todos los españoles.  

Nunca, como ahora, será tan cierta la frase: ¡Dios salve al Rey!

     

 

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