«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Sí a la cancelación

7 de julio de 2023

Hace unas semanas, el ministro de Justicia francés, Eric Dupont-Moretti, anunció la creación en cada juzgado de Francia de un centro para el tratamiento de «la violencia intrafamiliar». También anunció medidas como un brazalete 5G o una orden de protección de emergencia con el mismo objeto: tomar medidas contra la «violencia intrafamiliar». Exactamente dijo «violence intrafamiliale», que con permiso de nuestros afrancesados me atrevo a traducir como «violencia intrafamiliar».

Dupont-Moretti no es ningún facha. Es progresista y contrario a la extrema derecha, habiendo atacado duramente al Front National y a Rassemblement National.

Pero no solo es él. Hay declaraciones del mismísimo Macron hablando de «violencia intrafamiliar» o «violencia conyugal». Incluso más: el plan oficial que varios parlamentarios han elaborado para presentar al gobierno con el objetivo de mejorar el tratamiento judicial de las víctimas se llama «Plan rouge VIF», siendo VIF Violencias Intrafamiliares.

Esto sucede en Francia mientras en España se justifica el cordón sanitario y la exclusión de Abascal y sus millones de votantes por hablar, precisamente, de violencia intrafamiliar.

Es una excusa más dentro de un calendario como de vacunas: la violencia de género («¡Que nos matan, leches, que nos matan!» gritaba una tertuliana), el neocalor negado por el terrorismo negacionista climático y luego la semana o quincena o quizás ya mes LGTBI, todas las causas de lo que Zapatero denomina «el lado del conocimiento, la ciencia, la cultura y la Igualdad… ¡inequívoca!». Avanzamos tanto que volvemos a Zapatero, guionista o maestro de ceremonias que en su frase anunciaba lo siguiente: tras la viogen, el calor, los gais y los trans ¿qué tocaba? La Kultura. Ya andaban los artistas inquietos, pues no debe de ser fácil sentir sobre tu nuca el nazismo con este calor, pero de repente llegan dos manifiestos. Uno provocado por el incierto destino de una obra de Virginia Woolf en Valdemorillo lo firman «los y las profesionales del mundo de la cultura», el otro es de los de siempre, los almodóvares, contra «los retrocesos y las regresiones» que pudiera haber en su cocido. La Kultura está tan movilizada que ya llega hasta Belén Esteban, que empezó de novia de torero y acaba lanzándose a la piscina de bolas del antifascismo.

A esto, que jeta más o jeta menos es el tinglado, hay que sumarle el subsistema del centroderecha, enroscado ahora en el tobillo retentivo de Borja Sémper: el centrismo macarra de Atresmedia, la COPE y los periódicos (ay) que participan en el consenso contra la violencia intrafamiliar que vale para Francia pero no para nosotros.

La campaña es atroz, y no ha empezado, pero hay que agradecerles que nos abran los ojos. Quizás la cancelación no esté tan mal, pero no de uno u otro: de todos. Soñemos con un ministerio que cancele toda la cultura oficial y deje los museos y los conservatorios. Con la amenaza expresa (¡y por supuesto fascista!) de que ni una palabra hablada o escrita más con cargo al presupuesto.

.
Fondo newsletter