«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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‘Sin la victoria no hay supervivencia’

25 de agosto de 2021

Sucedió en Londres, en la Cámara de los Comunes, el 13 de mayo de 1940.

Polonia había caído en septiembre de 1939. La primera en combatir también era la primera en sufrir la doble ocupación de los nazis y los soviéticos. El Reino Unido y Francia habían abandonado, ya en septiembre de 1938, a Checoslovaquia. Neville Chamberlain, el apaciguador de Hitler, había dimitido. Alemania había invadido los Países Bajos y Bélgica el 10 de mayo. La alternativa al primer ministro caído en desgracia era Churchill. Sesenta y cinco años, bebedor, fumador, carnívoro, defensor del imperio británico, hoy lo hubiesen “cancelado” en todas partes. Hoy sería la antítesis de todas las consignas de la izquierda posmoderna tal como entonces encarnaba la oposición a los totalitarismos. Jamás se había fiado de los nazis. Desconfiaba de Stalin. Nunca condescendió al apaciguamiento ni a las transacciones.

Tomo la palabra cuando Occidente atravesaba un momento de debilidad, confusión y miedo. No dijo a la cámara ni a sus conciudadanos lo que querían oír, sino lo que necesitaban saber: la guerra sería larga. “Tenemos ante nosotros una dura prueba, de las más dolorosas. Nos esperan muchos, muchísimos meses de combates y sufrimientos. Me preguntan: «¿Cuál es nuestra política?» Y yo les digo: «Combatir por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra voluntad y con toda la fuerza que nos dé Dios; combatir contra una tiranía monstruosa, jamás superada en el catálogo oscuro y lamentable de crímenes humanos. Ésa es nuestra política”. 

Así se ganan las guerras. 

Nuestra civilización es, sin duda, superior a la locura que los talibanes representan, pero décadas de relativismo cultural han terminado socavando los cimientos de las sociedades occidentales. Cuando todo vale lo mismo, nada tiene valor alguno

Hoy, la debilidad de Occidente, simbolizada por la retirada de Afganistán, no es militar ni económica, sino moral. Nuestra civilización es, sin duda, superior a la locura que los talibanes representan, pero décadas de relativismo cultural han terminado socavando los cimientos de las sociedades occidentales. Cuando todo vale lo mismo, nada tiene valor alguno. No. No hay que respetar el orden abominable que los talibanes pretenden imponer en Afganistán. No hay que respetar a las tiranías. Hay que combatirlas. Hay que derrotarlas. Durante décadas hemos escuchado en Europa la consigna relativista –“es su cultura y hay que respetarla”- como pretexto para legitimar cualquier cosa. Durante años, muchos años, se ha impuesto sobre Occidente la pretendida culpa de todos los males de la historia contemporánea (y de la moderna, por cierto). Ahora estamos pagando el precio de socavar los cimientos morales de una civilización construida sobre la noción de la dignidad inalienable del ser humano, la libertad, la razón iluminada por la fe, el heroísmo, el sacrificio y la verdad.

En esta guerra cultural que venimos librando Occidente sólo puede sobrevivir si vence y, para hacerlo, tiene que ser moralmente superior

Aquel día de mayo de 1940, Churchill proclamó el objetivo de aquella lucha: “La victoria, la victoria a toda costa, la victoria a pesar del terror; la victoria, por largo y difícil que sea el camino; porque sin la victoria no hay supervivencia. Fíjense bien: no sobreviviría el imperio británico; no sobreviviría todo lo que el imperio británico representa, no sobrevivirían los impulsos de los siglos, que hacen que la humanidad avance hacia su objetivo”. En esta guerra cultural que venimos librando -y la derrota militar ha venido precedida de una derrota moral y cultural desde hace años- Occidente sólo puede sobrevivir si vence y, para hacerlo, tiene que ser moralmente superior. 

Mientras escribo estas líneas, hay tiroteos en el aeropuerto de Kabul. Un puñado de españoles -policías, militares, diplomáticos- están allí esforzándose en salvar a unos afganos en peligro de muerte. No lo he leído, pero sospecho que también debe de haber algún guardia civil por allí. Dicen que los van buscando uno a uno para sacarlos junto a sus familias. Hay en los alrededores del aeropuerto un grupo de afganos cristianos para quienes, hoy, España representa no sólo la libertad, sino la vida. En sacarlos del país, nos jugamos esa superioridad moral que lleva a la victoria.

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