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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La ‘Sokaiya’ española

26 de abril de 2016

En España no se conoce este fenómeno, es más, se ha publicado muy poco o nada. Incluso la propia palabra “Sokaiya” no tiene apenas búsquedas en castellano y por eso Google te la ofrece automáticamente en inglés.

Yo lo conocí porque con 18 años me dio por invertir en Bolsa y cambiar el diario deportivo por el económico, mis amigos de clase flipaban, la directora de la oficina de la Caja alucinaba y mi padre estaba encantado porque me quedaba unos minutos junto a él escuchando Radio Intereconomía (cierre de mercados). Así que empecé a consumir todo tipo de información sobre el tema, unido a mi práctica del Aikido supongo que un día presté más atención que los demás en una conferencia sobre la Bolsa de Tokio y se me quedó esta curiosa práctica feudal aplicada en el Japón moderno. Por supuesto mi aventura en la Bolsa terminó rápida, justo cuando el cabroncete de Duhalde se hizo famoso por el “corralito” y el valor de todas mis pocas acciones (Repsol, Telefónica, Endesa, Santander, etc) se diluía como el crédito de Argentina. Mi padre me avisó, mi padre me aconsejó, pero yo, como buen joven ilusionado (ojo con los que pretenden que se vote con 16 años, ojo) no hice caso. 15 días después abandoné mi aventura inversora, dejando atrás alegrías como la moto, el viaje a la 9ª Copa de Europa o varios viajes (todo costeado con las plusvalías) pero una inmensa decepción, el sentirme engañado por todo ese circo que se llama “Bolsa”.

Volviendo al tema de la Sokaiya, que tiene una traducción similar a “gorilas corporativos” consiste en que un grupo de presión, el 99% de las veces es la Yakuza (la mafia japonesa), extorsionan a las empresas pidiendo dinero o acciones a cambio de no humillarlas publicamente, a las marcas y a sus dirigentes. Su nacimiento se remonta a finales del siglo XIX, como medida de protección de las grandes fortunas ante rumores falsos o fluctuaciones que pusieran en peligro a las compañías,  pero despuntan en los años 80 y 90, se podría decir que camparon a sus anchas hasta que se cargaron a Juntaro Suzuki, Vicepresidente de Fujifilm, quien dejó de pagar los sobornos de la Yakuza.

Yo conocí de estas prácticas porque asistí a una conferencia y se explicaba que las grandes multinacionales de Japón celebraban sus Juntas Generales de Accionistas el mismo día y casi a la misma hora. Investigando sobre el tema encontré que los directivos de las empresas habían tomado estas medidas para evitar que la Yakuza les jodiera las Juntas a todos. De esta forma sabían que a uno (pobrecillo) le iban a crujir, pero los demás quedaban libres ese año. Al año siguiente sería otro, pero bueno, era aceptable que te reventasen una empresa por año.

Lo que hacía la Yakuza era acudir en masa a la Junta General (porque tenían acciones de la empresa obviamente, dado que la mafia japonesa empezó a blanquear sus negocios y derivar la pasta de la droga, la prostitución y el contrabando, hacia la compra de empresas limpias) e interrumpir a gritos, amenazar a los demás accionistas, soltar falsedades, presionar a la prensa para que publicase escándalos, pedir la palabra y ofrecer documentos sobre la vida de los directivos, etc. La policía, el Estado, eran inútiles ante esas prácticas y por eso las empresas acordaban ofrecer a una en sacrificio cada año, muy feudal todo, para que el conjunto sobreviviera.

Numerosas leyes, pero sobretodo numerosas medidas empresariales, consiguieron que poco a poco esta práctica desapareciera casi en su totalidad y a día de hoy es residual. Pero no debemos olvidar que grandes empresas como Mitsubishi, Nomura, Shinpan, Meji o la Eléctrica de Tokio fueron declaradas culpables incluso de contratar a Sokaiya para reventar las Juntas de empresas de la competencia.

Y traigo esto a colación porque me hace gracia que ahora la prensa se rasgue las vestiduras con Pablo Iglesias y Podemos, que ahora, oigan, justo ahora, se dan cuenta de que son censores de prensa y amenazan veladamente a los periodistas que no publican lo que ellos quieren. Se dan cuenta ahora, pero este monstruo lo han creado ellos, la prensa. Sin grandes portadas, sin debates en prime time y sin entrevistas, esta gente no había llegado donde ha llegado (no solo por eso, ok, por muchas cosas más también, como la corrupción de los dos grandes partidos). Pero el caso es que a estos escracheadores profesionales, les han vendido acciones los medios de comunicación, cuando ahora les revientan las reuniones, no deberían quejarse, porque les han alimentado. Les han reído las gracias de los escraches a Soraya o a Rosa Díez, del cerco a las sedes del PP y de los saqueos a los supermercados.

La maquinaria de extorsión se está centrando ahora en Otegui, en venderle como un hombre de Paz, vemos a La Sexta lamiéndole el trasero, con la lengua de Jordi Évole, y veremos más, seguro. Y toda la Sokaiya española saldrá a reventar a quienes no lo acepten. Luego, cuando sea demasiado tarde y ellos ocupen el poder nos acordaremos de aquella reunión anual de Fuji Film el 19 de enero que fue interrumpida por unos 20 sokaiya, que gritaron a Minoru Ohnishi (Presidente) durante más de cuatro horas con preguntas críticas acerca de la política de dividendos de la empresa y otros asuntos, mientras otros sokaiya de la Yamaguchi-Gumi, la organización más grande de la Yakuza, que hoy tiene página web y se vende como una ONG que ayuda al pueblo japonés en las catástrofes y en la lucha social, le hicieron un escrache tirandole botellas de licor. A los pocos días el Sr. Suzuki era asesinado en la puerta de su casa, cosido a puñaladas por no ceder al chantaje.

La Sokaiya en España no se ha ido, está más viva que nunca y es necesario que todos, Estado, Sociedad Civil y Prensa, nos pongamos firmes y digamos “hasta aquí hemos llegado”, ni una amenaza más.

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