Empezábamos la semana con un Pedro Sánchez que pedía perdón. O algo similar. Rostro serio, gesto contenido… y mucho maquillaje. Mucho. Fijador, contouring y base de cobertura total. En Moncloa no quieren dar puntada sin brocha. Había que salir bien ante la cámara para mostrar humildad y proyectar debilidad, como una víctima. No sabemos si pidió disculpas por los contratos amañados, por los sobres, por los túneles de Belate o por los discos duros escondidos en zonas íntimas. Probablemente, no. Pidió perdón por sentirse atacado. Porque le duele la España que le mira como responsable. Porque en este Gobierno la autocrítica se hace en tercera persona y la culpa siempre está en otro sitio: los jueces, los medios, la derecha, o en última instancia, Koldo. Muy Sánchez. Muy eficaz… salvo por los informes de la Guardia Civil, los audios, los papeles, los pagos y las dimisiones.
José Luis Ábalos, aquel ministro de las maletas en Barajas, ha decidido hacer de penitente en la Cadena SER, emisora que baila (o bailaba) al ritmo de Moncloa. Y ha soltado lo que ya todos sabíamos: sí, hay una trama de corrupción. Pero señala que es de Cerdán y Koldo, que él no tiene nada que ver, porque él sólo fue, y cito textualmente, «un gilipollas». Así, envía un mensaje a Pedro Sánchez tras airear que tiene conversaciones con él y que estaría dispuesto a llegar a un pacto con la Fiscalía. Pero esto no es una manzana podrida. Es el cesto entero. Una acumulación de escándalos que da vértigo:
- Investigaciones a la mujer del presidente.
- Investigaciones al hermano del presidente.
- Investigaciones al fiscal general que nombra el presidente
- Investigaciones al número 2 del PSOE.
- Y al otro número 2 del PSOE.
- Y al asesor del primer número 2.
Todo muy normal. Muy regenerador.
Y si quedaba alguna duda, Navarra lo explica todo. Entre bambalinas, Cerdán tenía en su propiedad una empresa constructora que se llevó contratos públicos millonarios mientras él era el fontanero en Ferraz.. La vinculación económica con entornos cercanos a Bildu y ETA no es una suposición. Es un hecho. El dinero público voló hacia empresas que tienen lazos más que sospechosos. Cesiones políticas a cambio de gobernabilidad. Dinero a cambio de apoyo parlamentario. Un mercadeo indigno y antidemocrático.
El caso Koldo, que arrancó con la compra de mascarillas a precio inflado, ha mutado en una trama compleja con ramificaciones políticas, judiciales y económicas. Empezó con un asesor. Siguió con un ministro. Y ha alcanzado ya a quien hasta hace unos días era el otro y nuevo número dos del PSOE: Santos Cerdán. El mismo Cerdán que compartía mesa con Sánchez en Ferraz. El mismo que pactó con Puigdemont, y con Bildu. El mismo que, según la Guardia Civil, poseía el 45% de la empresa adjudicataria de contratos públicos por decenas de millones por la administración navarra. En tres días y no sólo vinculado a este caso Koldo:
- Dimite el número dos del PSOE en Navarra por adjudicaciones cruzadas y familiares enchufados.
- La UCO ya ha pedido investigar el patrimonio de Santos Cerdán.
- Se investiga a la fontanera del PSOE por intentar frenar la causa contra el hermano del presidente.
- Dimite el número tres del Ministerio de Hacienda por cobrar en sobres.
- Sabemos que habrá más informes, sobre Ángel Víctor Torres, sobre Francina Armengol.
- Víctor de Aldama mira a Zapatero, y Venezuela.
¡No pestañeen, que se lo pierden! Mientras tanto, Sánchez desaparece. Su agenda, vacía. Como su discurso. Se rodea de palmeros que aplauden sin rechistar. Primero a Ábalos. Luego a Cerdán. Después a él. Veremos qué viene tras esta última ovación en el Congreso de los Diputados. Pero desde luego no son tres nombres, como pretende tapar su brochazo administrativo. Como si fueran una chirigota gaditana y no el núcleo duro del poder socialista. Tres eran tres, veremos cuántos serán mañana.
Dicen las malas lenguas que en su entorno más cercano ya consideran que no llega hasta agosto. ¿Hasta cuándo podrá seguir ignorando la creciente sensación de que esta legislatura ha terminado, aunque aún no lo sepa? Pedro Sánchez termina la semana en silencio, por segundo día consecutivo sin agenda oficial. El silencio de un presidente maquillado. Pero ya sin máscara.