«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Son todos iguales?

8 de noviembre de 2013

Las ramificaciones de la corrupción que aparecen en Andalucía, Madrid, las Islas Baleares, Valencia, Galicia y muchos otros lugares del país, logran que el número de imputados sea cada vez mayor. Ante esta evidencia los políticos protestan con una frase reiterada mil veces: “no todos somos iguales”. La verdad es que tienen razón. Los políticos son como la piedra de berroqueña: cuarzo, feldespato y mica, es decir, componentes diversos para una misma cosa. Por eso no todos son iguales sino de maneras muy diferentes, aunque estén metidos en lo mismo. Así, a vuela pluma, se pueden distinguir varias maneras de ser político. Por ejemplo:

1. Los inútiles. Estos son muy numerosos. Se trata de la gente sin estudios ni preparación que se han metido en la política y ocupan cargos para los que no están preparados. Hemos visto ministros de Sanidad que nada sabían de medicina ni hospitales, ministros de Infraestructuras que jamás habían dirigido una empresa, ministros de Educación muy mal educados, e incluso hemos tenido un presidente inútil para casi todo y que ha estado a punto de arruinar completamente a este país.

2. Otro tipo de políticos son los evasivos. Estos sí suelen tener carreras. Son abogados, proceden de las empresas o conocen los asuntos que llevan por sus diversas especialidades como científicos, médicos o licenciados en empresariales. Su defecto consiste en no comunicarse, en no expresar los conflictos y problemas y las soluciones que ofrecen a los ciudadanos. Son gentes capaces de decir “llueve mucho” cuando se les pregunta por temas de interés general.

3. También es frecuente en la política el grupo de los engolados. Estos lo conocen todo, de todo hablan y de todo entienden. Acuden a debates y tertulias pero cuando se encuentran con un verdadero profesional, antes de que se descubra su ignorancia, retroceden y callan, sólo levantan cabeza ante la ignorancia pública generalizada en nuestro país por la mala instrucción pública. 

4. Los espías. Hay varios en cada departamento, como si se tratara de la Guerra Fría. Espían para unos u otros, para distintos oídos de gentes ambiciosas que quieren promoverse y promoverlos. En los ministerios, en el seno de los propios partidos o en cualquier espacio de la Administración Pública, hay ojos que ven y oídos que escuchan a la espera de recibir el premio cuando su candidato sea elevado a la cúpula.

5. En penúltimo lugar tenemos a los ladrones. Aceptemos que son una minoría pero se han creado muchas sucursales, empresas fantasmas, fundaciones, etc, que les han permitido evadir el dinero, llevárselo a otros países o simplemente quedárselo. Por supuesto no están solos, son verdaderas tramas organizadas. Son una peste social con muchas ramificaciones como se está descubriendo cotidianamente.

6. El último grupo sería los que dicen la verdad. No existen. Una vez lo intentó Séneca criticando la voz de Nerón que creía ser Plácido Domingo, pero el emperador le sugirió amablemente que se cortara las venas por haberle dicho la verdad, y desde entonces nadie se ha atrevido hacer una cosa semejante.

Se dirá que quedan otras muchas formas de ser político, pero esos no tienen otra entidad que la de ser el rebaño necesario para que los pastores los saquen al campo o los lleven al redil, según los tiempos que corran para las elecciones. Esos son inocentes de culpa, pero también están implicados en la destrucción que ha llevado a una crisis interminable a este país. 

Se debe esta implicación al hecho de que en su mayoría tienen cargos y puestos administrativos que afectan al gasto público y son, por lo tanto, gentes vinculadas a la hidra de siete cabezas que nos devora por cada una de sus bocas: el Gobierno, el Congreso, el Senado, las Diputaciones, las Autonomías, los Ayuntamientos y los Sindicatos. 

Mientras mantengamos a todas esas bocas vivas y devorando en salarios y gastos una parte sustancial del presupuesto, se seguirán bajando las persianas de las tiendas y se seguirán cerrando las empresas de los españoles de clase media. 

Sólo la gran burguesía multinacional podrá sobrevivir a los desmanes de una clase política que, efectivamente, es múltiple en colores, variada en partidos, convergente o divergente en programas, pero que toda ella está unido a una misma realidad: la destrucción de un país llamado España que ha cambiado su suerte en manos de una nueva clase dirigente que es como un pequeño sidecar unido a una moto parada porque su carga es un enorme elefante que impide el movimiento de la moto. 

*Pedro J. de la Peña es escritor. 

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