Al principio pensé que era una broma del diputado de VOX por Valencia Carlos Flores Juberías. El pasado lunes colgó un post en X con este mensaje: «¡Alarma! Algún peligroso ultra, rollo Santiago Abascal, Ignacio Garriga o Jorge Buxadé le ha hackeado la cuenta al Primer Ministro británico».
«¡Miren lo que le han escrito los muy desvergonzados!», añadía. Y enumeraba a continuación las medidas adoptadas por el Gobierno británico. Laborista para más señas:
-Poner fin al experimento británico de las fronteras abiertas
-Nuestro actual sistema no es lo suficientemente selectivo con quien viene al Reino Unido. Vamos a elevar los niveles mínimos de preparación hasta el nivel de graduado.
-Incrementar las tasas por la contratación de inmigrantes que pagan los empresarios.
-Incrementar la exigencia de conocimiento de la lengua inglesa para asegurarnos de que quienes vienen a vivir y a trabajar aquí la hablen.
-Incrementar hasta los diez años el periodo de residencia necesario para optar a la ciudadanía.
-Tomar de nuevo el control de nuestras fronteras.
Terminaba con un «¡avisen a Pedro Sánchez! Igual él es la próxima víctima de esta oleada de sentido común».
Pensé que quizá era una mala traducción. Algún usuario de esta red social lo insinuaba. Pero Carlos Flores tiene un inglés envidiable. Lo comprobé en otro tuit que había colgado él mismo, más abajo, en la lengua de Shakespeare. Además, compartía un mensaje del perfil oficial de Keir Stamer. «Si lo que dice el primer ministro británico lo hubiera dicho Santiago Abascal lo crucifican en Cibeles»… eso fue lo primero que pensé.
¿Europa está cambiando de opinión sobre la inmigración? Al fin y al cabo, su antecesor, Rishi Sunak, que tampoco era de VOX por cierto, puso en marcha aquella especie de barco prisión para acoger a los que entraban ilegalmente en el Reino Unido, mientras que Giorgia Meloni ha impulsado los centros de detención… ¡en Albania! Incluso para mí, que siempre he defendido una política firme y clara en la materia, ambas iniciativas me parece que rozan el respeto a los derechos humanos.
Finalmente, Donald Trump decidió expulsar a inmigrantes encadenados y en avión militar. Otra iniciativa durísima. Antes que nada son personas. Pero creo que ha conseguido por la vía de la disuasión cortar la llegada de hispanos a Estados Unidos.
Lo mejor de todo es que ahora estas decisiones son bendecidas por la Unión Europea. No en vano a Meloni la han ido a ver no sólo el propio Starmer o Von der Leyen, sino también Pedro Sánchez. Antes de su victoria electoral la llamaban «neofascista».
Lo que me preguntó es si las medidas no llegan tarde. En la actualidad hay más de 25 millones de musulmanes en Europa. Nadie lo sabe con certeza porque algunos países, como Francia, no distinguen por religiones u origen geográfico. Sólo el país vecino tiene entre seis y siete millones de magrebíes —lo mismo, es imposible saberlo, más de un 10% de la población—. Aunque, en este caso, las cifras oficiales siempre van a la baja. Son difícilmente integrables en la sociedad occidental. Como dice el libro sagrado del Islam: «Los seguidores de otras religiones que no crean en el Corán tendrán por morada el Infierno» (Sura 10, versículo 17 en mi ejemplar regalado en el barrio de Rocafonda, nada de una versión edulcorada).
Por eso ya no sé si estamos a tiempo. Medidas para regular el flujo inmigratorio deberían haberse tomado hace diez o veinte años, quizás hasta más. Seguramente nos habríamos ahorrado entonces decisiones tan duras. Pero la Unión Europea ha sido un queso gruyère durante todo este tiempo.